Adiós a la peluquería Carmen después de medio siglo entre rulos y amistad. | Adrián Moreno

La vida se cuenta por episodios. Unas veces felices, otras para olvidar. Eso sí, todos tienen un antes y un después. Bien lo sabe Carmen Serra, dueña de la peluquería Carmen, que echa el cierre a su negocio tras más de 50 años como punto de peregrinaje de pequeños y mayores en busca de un cambio de look para brillar en las mejores galas. Entre las paredes de esta peluquería se esconden historias, anhelos, secretos de la adolescencia, sonrisas y lágrimas que volvieron ayer para despedir este lugar de la eterna juventud. Las «amigas» que han frecuentado este espacio saben de sobra que antes de llamar a la puerta hay que atravesar unas agotadoras escaleras. Al final, todo esfuerzo trae su recompensa. El tiempo se detiene por momentos en el interior del local. Bigudíes para hacer la permanente, reclamados rulos, recuerdos fotográficos en blanco y negro, asientos antiguos, tocadores de los de antes, espejos y un diploma fechado en 1952 que certifica la profesionalidad de Carmen Serra.

Las lágrimas y las sonrisas se entremezclaron ayer al rememorar viejos momentos de la vida. El centro era un no parar de idas y venidas, de «amigas» como define a las clientas la propietaria de la peluquería. Los regalos se amontonaron en un lateral del acogedor piso situado en la calle sa Creu del barrio de la Marina: colgantes, fulares, plantas, bombones, ropa y pendientes. «La gente me ha dicho que no esté triste porque soy una privilegiada de haber estado tantos años y con las mismas personas», recordó Carmen Ferrer con los ojos llorosos en el último día de vida de su peluquería. La dueña dejó claro que el cierre del local se debe a que ya «es hora de descansar después de tantos años trabajando». A pesar de que parece tener tan clara la respuesta, Carmen Serra explicó que esta decisión la tuvo que meditar bastante, ya que «me hubiera gustado seguir trabajando más tiempo porque en la peluquería no me canso».

La peluquera dio sus primeros pasos en este local hace ya «51 años», un tiempo en el que tuvo que pagar 700 pesetas para el alquiler del espacio que años después acabaría siendo su propiedad. Aquí ha llegado a peinar a sus «amigas» para todo tipo de eventos, como comuniones o bodas. Recordó que hace años los peinados más solicitados iban desde el estilo garçon y con crepé hasta el de tirabuzones. Acto seguido interrumpió Catalina Cardona, de 84 años, para avisarle de que ha cogido otra toalla, a lo que Ferrer responde que «no se preocupe, que ya son las últimas que quedan». Cardona, quien también ha sido peluquera, comentó, mientras ponía los rulos a Esperanza Pascual, de 83 años y también peluquera de profesión, que vino a la despedida para echar una mano a su amiga en el último día de la peluquería. Pascual afirmó sentada en la silla que este punto final servirá para fortalecer aún más su estrecha amistad con la propietaria de la peluquería Carmen. También tuvo tiempo para recordar alguna que otra anécdota de sus viajes junto a Carmen Serra y Catalina Cardona. «Un año fuímos a una sala de fiesta de Palma de Mallorca y nos reímos tanto que al final nos regalaron una botella de champán», contó entre risas tras añadir que el pasado domingo ya estuvieron de «juerga».

Con el tinte fresco, María Cardona, de 90 años, dejó claro que guarda buenos recuerdos de esta peluquería que tanto añorará. A pesar del cierre del negocio, esta clienta se mostró contenta de que Carmen Serra descanse ya de una vez «porque ha trabajado bastante durante muchos años». El merecido descanso también fue un aspecto que subrayó Josefa Tur, de 87 años. Para esta clienta «de toda la vida» el punto final del negocio no es una noticia en sí triste, porque Carmen «tiene ya edad para ello y también hay que vivir la vida». Aquí se ha peinado para su boda y tras el nacimiento de su hija. «Me llevo buenos recuerdos porque ha sido como una familia. Todos lo vamos a sentir. Ahora tendré que buscar una nueva peluquería, pero la vida es así y hay que vivirla», apuntó emocionada.