Donde ahora está el sofá antes dormía la maestra.

JAVIER JIMÉNEZ-PEP MATAS
Ana Eva Guasch, hija de padres ibicencos, pudo ser asesinada en su piso de Palma, donde se han encontrado, un año y medio después, «datos reveladores», según los expertos del Cuerpo Nacional de Policía que el viernes sometieron el inmueble a un exhaustivo registro. Este piso está ubicado en el número 79 de la calle Aragón de Palma. Se trata de una construcción antigua, levantada en los años cincuenta, y que Ana Eva alquiló el año 2000 por un módico precio. Por entonces la maestra todavía estaba unida sentimentalmente a su novio «de toda la vida», del que los vecinos guardan un grato recuerdo. Luego, la filóloga rompió la relación, pero siguió viviendo sola en aquel inmueble donde entró por última vez una madrugada del 21 de octubre de 2001. Cuando salió, posiblemente ya lo hizo muerta. Ayer, Ultima Hora visitó por primera vez aquel domicilio que puede esconder las claves de un caso que ha movilizado a la sociedad mallorquina, y que de seguir en esta línea podría esclarecerse en las próximas semanas o meses.

El piso permaneció cerrado medio año y en abril, aproximadamente, dos hombres lo alquilaron de nuevo. Los amigos de la profesora estaban dispuestos a seguir pagando la renta mensual con tal de que se quedara como ella lo dejó, sobre todo por si aparecían pruebas. Sin embargo, la policía autorizó la operación y desde entonces el segundo piso está de nuevo ocupado. El viernes por la tarde, a las 16.00 horas, ocho agentes «especiales» se presentaron en el inmueble y, provistos de cámaras y aparatos con la más avanzada tecnología, iniciaron un registro que se prolongó durante tres horas. Sobre el suelo y las paredes arrojaron un líquido blanquecino y luego, con disparos de «flash», buscaron restos de sangre, pelos o indicios orgánicos. El inmueble tiene unos 100 metros cuadrados, pero mal distribuidos, lo que le confiere un aspecto más agobiante. En un angosto pasillo que conduce al comedor los agentes encontraron cuatro «arañazos» por encima del rodapié, que fueron analizados de forma meticulosa. A tres metros, en el actual comedor, también hallaron «algo» significativo, ya que todos los trabajos los centraron en unas baldosas «manchadas» en una esquina, junto a un enchufe. Se da la circunstancia de que Ana Eva, para aislarse del ruido de la calle Aragón, había trasladado su dormitorio a lo que ahora es una sala y su cama, por tanto, estaba ubicada junto a ese enchufe. Las baldosas, viejas y desencajadas, también parece que guardaron información importante sobre lo ocurrido esa noche, ya que los especialistas policiales levantaron algunas y extrajeron minuciosamente restos que serán analizados en un laboratorio de Madrid.

Los dos varones que en la actualidad ocupan el inmueble, que prefieren mantener su identidad en el anonimato, recordaron ayer un dato curioso: un año después de la misteriosa desaparición un individuo moreno y de elevada estatura acudió a visitar a uno de los hombre en el bar en el que trabajaba. Sabía que era el nuevo inquilino de la ex casa de Ana Eva y le espetó: «¿Ha encontrado algo raro en el piso?». El desconocido no era ni policía ni periodista y tenía mucho interés en el caso.