Más de 500 personas participaron ayer por la tarde en la concentración silenciosa en memoria de Jerome, el joven de 16 años fallecido al ser arrollado por el conductor de un BMW el domingo cuando iba de pasajero en un ciclomotor. Conducía David, de 15 años, que ayer dejó la UCI de la Policlínica y pasó a planta y que aunque sufre heridas graves no se teme por su vida. Envuelta en un gran patetismo alimentado por el silencio total en el que se desarrolló y las velas que portaban los participantes, la marcha alcanzó lentamente el edificio judicial para recordar a Jerome y pedir justicia.

 

Al inicio de la marcha hubo problemas porque las fuerzas de seguridad no habían sido informadas de la autorización de la acción, a pesar de lo cual se siguió con la protesta. Los convocantes, familiares y amigos de las dos víctimas, se exponían a una multa, para lo que, en caso de que finalmente les fuese impuesta, tenían intención de recaudar fondos entre los participantes. Pese a esto, policías nacionales, locales y voluntarios de Protección Civil se encargaron de la seguridad. En los juzgados esperaba una ambulancia que no fue necesaria.

 

Yolanda Guasch, una de las organizadoras, señaló tras la manifestación que la directora insular, Sofía Hernanz, le había pedido disculpas por el malentendido y para asegurarle que no habría sanción alguna.

 

«Educación y valentía»

Antes de iniciar la marcha, la madre de Jerome subió a las escaleras del monumento a Vara de Rey y se dirigió a los jóvenes, que eran mayoría en la concentración: «No vamos a hacer de esto un asunto político sobre la seguridad y tampoco quiero hablar de justicia, creo en los profesionales y si es cierto lo que dicen los testigos, este señor irá adonde debe ir. Pero quiero deciros que los adolescentes tenéis que vivir, y que quien no es rebelde con 16 años es tonto, y quien continúa siéndolo con 50, también, pero vosotros tenéis la capacidad de escoger con quién vais, tenéis la obligación de escoger vuestro futuro y vuestros amigos. Si hay alguien que quiere presumir de coche, tenéis que estar alerta para escoger vuestras amistades. Escuchad a vuestros padres y muchas gracias por vuestra educación y valentía». Mientras hablaba subieron a la peana del monumento el padre de Jerome y la madre de David. Ambos pidieron justicia.

 

La marcha comenzó justo después. Los participantes, se situaron tras la pancarta: «Pedimos justicia. 11-10-09 Le tendremos siempre en el corazón», y con velas en la mano y en total silencio remontaron por la avenida Ignasi Wallis, cortada al tráfico por la Policía Local, giraron hacia Isidor Macabich hasta plantarse frente al edificio judicial». En total unos 15 minutos.

 

Allí en los juzgados los familiares se situaron junto a la fachada durante algo más de media hora y muchos de los participantes fueron pasando en fila presentando sus condolencias. Iban depositando sus velas encendidas en la acera, junto a las escaleras de acceso a los tribunales.

 

«Destrozados»

Durante la marcha algunos lloraban. Un grupo de cuatro chicas, con lágrimas en los ojos: «No le conocíamos mucho, pero estamos destrozadas. No hay derecho, esto lo vemos casi como un asesinato». Un compañero de clase: «Lo conozco desde que tenía siete años, porque antes iba al colegio francés [la familia de Jerome viene de Francia], y estamos destrozados; perder así a un amigo por culpa de una persona drogada y con pleitos con la justicia. No entiendo cómo no está ya en la cárcel». Roberto G.A. quedó en libertad y lo más probable es que sea acusado por un delito de homicidio imprudente.

 

El caso ha pasado del Juzgado de Instrucción número 4, cuyo juez titular, Santiago Pinsachs, tomó declaración al conductor del BMW. El joven tiene causas abiertas por lo que en caso de que finalmente sea condenado por la muerte de Jerome es muy probable que acabe ingresando en prisión.

La familia de Jerome está destrozada. Su padre sueña con él todos los días y su madre, hermana y abuela viven envueltas en lágrimas desde que se produjo el accidente. «Han matado a nuestro ángel», dice la abuela. «Va a ser un santo en el cielo», añade el padre. «Era muy alegre, amaba la vida, era mimoso y sensible, muy cariñoso. Era mi bebé, para mí era un gran apoyo», llora su hermana, algo mayor de lo que era él.

 

La madre considera que habría que «endurecer las penas para estas personas, pues, aunque estamos en el camino con el carné por puntos y más controles de carretera, hay que vigilar a esta gente, porque es un asunto muy serio». «Eivissa es un pueblo, hay que controlar más, que no me digan que no sabían que éste [Roberto G.A.] era un peligro, son personas enfermas», añadió. La madre del joven fallecido reclamó «unión y solidaridad» para encarar el problema. «Estos días [tras la muerte de su hijo] he visto mucho amor, mucha solidaridad y apoyo. El entierro [en el que se soltaron 16 palomas, una por cada año de vida de Jerome] parecía la entrada al paraíso con tantas flores y niños abrazándose», recodó la mujer. El padre reclamó «justicia para todos los niños de la isla». «Yo no sé si [Roberto G.A.] estaba metido en un túnel oscuro para no ver la moto [en la que iban David y Jerome]». «Hay que concienciarse de que las carreteras de Eivissa no son aptas para la velocidad. Tendríamos que tener coches eléctricos, con 60 u 80 kilómetros por hora es suficiente en la isla. La gente que corre tanto está contaminada por la velocidad, pero estos coches [como el BMW M5 que causó el accidente] son para circuitos preparados», añadió. «Tenemos que concienciar a la gente de que lo de mi hijo es un granito de arena que ha explotado y se tiene que hacer una montaña para que la gente tome conciencia del problema», dijo el padre de Jerome.

 

Por su parte, el hermano de David, que acudió al lugar del accidente poco después de producirse, reveló que el conductor del BMW intentó en un primer momento hacer creer a la Guardia Civil que conducía su novia, pero los agentes se lo recriminaron cuando tomaron declaración a una pareja que vio lo ocurrido. Entonces Roberto G.A., reconoció que conducía él. El hermano también dijo que cuando la grúa maniobraba para llevarse el deportivo, Roberto G.A. se dirigió al trabajador que lo hacía para que pusiera más cuidado con el fin de no dañarlo. «Un guardia civil le riñó».