Según una reciente encuesta, a estas alturas la mayoría de los contribuyentes pensamos que los partidos políticos crean más problemas de los que solucionan. Personalmente hace ya mucho tiempo que lo creo.

Hipocresía sin límites. ¿Qué tipo de carácter hay que tener para solicitar a quien ahora gobierna lo que tú no ofreciste o ni siquiera concediste cuando estabas en el Gobierno? Ni un euro soltaron en 2004 para los Juzgados de Eivissa quienes ahora piden y piden porque lo consideran su obligación, me explican. Ése es el trabajo de la oposición, intentan hacerme creer, «desgastar» a quien gobierna. Para colmo, les pagamos millonadas.

Democracia. «En democracia el juego es éste y cuanto antes lo asumas, mejor para ti», intenta explicarme un veterano de la nómina pública. «En democracia», repiten y repiten estos personajes, llenándose la boca de pura hipocresía.

Las cosas por su nombre. En mi época de estudiante, en la universidad, a las cosas se las llamaba por su nombre. Después, en la calle, era otro tema. Me dicen los más jóvenes que en la uni sigue siendo de esta forma, al menos en la pública. Nunca un profesor de historia política, de sociología o de filosofía nombró la palabra democracia para referirse al sistema español. Al menos cuando yo estudiaba la palabra era otra: partitocracia.

Ellos se lo guisan... La democracia de estas gentes consiste en presentar al contribuyente unas listas cerradas (en realidad sólo dos) a elegir una, cada cuatro años, y en esto reside todo el acercamiento del poder político al cuidadano. Tímidamente, desde algunos ámbitos en los que por fin se reconoce que las personas trabajadoras de este país no creemos en la política ni siquiera un poco, se empieza hablar de las listas abiertas, es decir, del sistema que siguen las democracias viejas, como Reino Unido o Estados Unidos. Pero, como un resorte, los políticos y sus periodistas a sueldo se lanzan rápidamente a echar por tierra cualquier posibilidad de acercar el poder político al contribuyente.

J. M. ALONSO