B.J., un alemán residente en Eivissa y al que la policía ha vinculado en varias ocasiones con la venta de heroína en la isla, ha sumando una nueva condena por narcotráfico. La Audiencia Provincial lo ha condenado a siete años de cárcel (cinco le impuso en una anterior ocasión) por un nuevo viaje que organizó a Madrid a fin de abastecerse de heroína. En esta ocasión utilizó a una amiga, también politoxicómana, la sueca M.E.B., para que hiciera de correo, persona que deberá cumplir ahora cinco años de prisión.

Así lo ha entendido la Audiencia Provincial después de que ambos acusados se sentaran en el banquillo el pasado 23 de octubre para responder del delito contra la salud pública junto al que se presumió era su distribuidor, un vecino de Madrid al que se le intervinieron en su casa de la capital, en la calle Nuño González, más de tres kilos de heroína.

Pistola
Éste último, identificado como C.A.T., persona que también tenía antecedentes por lo mismo, es sancionado con once años, diez por el delito de tráfico y uno más por tenencia ilícita de armas. La policía le intervino en su casa, además de la droga, una pistola de la marca Bow y 83 cartuchos de 9 mm parabellum.

B.J. y su amiga fueron apresados por la policía en el aeropuerto de Eivissa después de que el 23 de mayo de 2008 tomaran un vuelo a Madrid para entrevistarse con el otro acusado. Los agentes de la Udyco que los investigaban siguieron sus movimientos en todo momento. A su regreso, les bastó con registrarlos. M.E.B. transportaba 447 gramos de heroína de una pureza del 57%. El tribunal sólo aplica una atenuante a uno de los acusados. Según la sentencia, que reconoce que todos los implicados son politoxicómanos de larga duración, únicamente M.E.B. tenía sus facultades volitivas mermadas, considerándose probado que aceptó servir de correo para conseguir dinero o droga con la que aplacar sus necesidades de consumo. Para los otros dos hombres, la Audiencia resuelve que no tenían ninguna de sus facultades alteradas en el instante de los hechos y que sólo se movieron «por su afán de beneficio ilícito».

Ninguno de los dos hombres juzgados reconoció traficar con drogas. El vecino de Madrid dijo que su profesión era la de cundero, persona que, según el argot, se dedica a actuar como enlace entre el distribuidor real de la droga y el comprador. Afirmó que la heroína hallada en su casa era de un turco que la había dejado allí para que él la custodiara. El residente ibicenco, por su parte, aseguró que era un habitual de las «partidas privadas» y que el juego y trabajos ocasionales de electricista le daban dinero para pagar sus necesidades.