Un hombre de nacionalidad china, G.H., se sentó ayer en el banquillo para responder por un presunto delito relativo a la prostitución fruto de la denuncia de una mujer de su misma nacionalidad que dijo al Cuerpo Nacional de Policía que el acusado la tenía encerrada en un piso de Vila donde la forzaba a mantener relaciones sexuales por dinero y a entregarle a él la mitad de las ganancias. Él niega los cargos. Asegura que la mujer sólo estaba en el piso, ubicado en el número 46 de la calle Pere Francés, en régimen de alquiler, igual que él, que no estaba encerrada y que en Alicante, donde al parecer residió antes que en Eivissa, ya se dedicaba a la prostitución.

Ella, que ayer no se presentó al juicio, también dijo en la denuncia que llegó a la isla engañada por el acusado, quien supuestamente le habría propuesto trabajar en Eivissa como masajista. Cuando llegó a la isla, el acusado la habría obligado, según la denuncia, a prostituirse, lo que habría ocurrido en dos ocasiones. El caso lo dejó visto para sentencia la juez del Juzgado de lo Penal número 1, Clara Ramírez de Arellano.

El acusado fue detenido en junio del año pasado por una pareja de agentes del Cuerpo Nacional de Policía en el piso de Pere Francés. Llegaron alertados por una llamada realizada por la denunciante al 112 desde la casa.

Gritos de auxilio

Cuando se presentaron en el piso encontraron al acusado y a una mujer y escucharon gritos de auxilio de una habitación cuya puerta estaba cerrada. Los agentes forzaron la puerta y se toparon con la denunciante, que les relató la situación que ya había contado por teléfono. G.H. fue arrestado y acusado por un presunto delito contra la prostitución por el que se enfrenta a tres años de prisión, una petición de pena que ayer en el juicio mantuvo el Ministerio Público tras escuchar los testimonios del acusado, de los policías que le detuvieron y de un amigo del primero, que fue quien acudió al aeropuerto a recoger a la denunciante.

En el juicio también se supo que, según la denuncia, ella y el acusado acudieron juntos a la prensa local para insertar un anuncio por palabras con el fin de conseguir clientes, aunque no quedó claro si fue como masajista o prostituta.

Por su parte, la defensa pidió la absolución, pues dijo que no había pruebas de que la mujer estuviera encerrada ni de que fuera obligada a prostituirse. En cualquier caso, añadió, si la mujer se prostituía en el piso lo hacía por propia voluntad, lo que, según la jurisprudencia citada por la defensa, no debe considerarse delito para quien obtiene ganancias con ello.