La juez Martina Rodríguez, titular del juzgado de lo Penal número 2 de Eivissa, dejó ayer vista para sentencia la causa de un joven de Vila que tuvo que sentarse en el banquillo acusado de maltratar psicológicamente a su ex pareja, una mujer sudamericana que responsabiliza a su ex compañero de al menos cuatro intentos de suicidio y de situaciones de depresión que motivaron su ingreso hospitalario. Todo ello tras sufrir continuas vejaciones en las que el acusado, además, la humillaba informándole que la abandonaba por otras mujeres.

Celos

El sospechoso, que se enfrenta a 18 meses de prisión, aseguró que nunca ha cometido ningún tipo de maltrato contra su ex pareja y que los episodios relatados por la denunciante son producto de desvaríos atribuidos a sus «celos extremos» y a su «obsesión por él».

Según la defensa del acusado, dichas fabulaciones tienen su origen en distintos problemas psíquicos surgidos después de que la denunciante y su hermana fueran víctimas de violaciones, al parecer, durante la infancia de ambas. Ello le llevó también a intentar acabar con su vida antes de instalarse en Eivissa. La pareja comparte un niño pequeño que también es motivo de conflicto por quién se queda con la custodia.

La denunciante afirmó que los problemas de maltrato comenzaron a los quince días de su relación, en octubre de 2008. La mujer aseguró que el acusado le propinó un puñetazo en el ojo y que más adelante volvió a golpearla, provocándole un hinchazón en un labio, cuando ya estaba embarazada. Añadió que todo desembocó en amenazas suyas y de su familia cuando, en febrero de 2010 y según su versión, fue «echada» del domicilio donde la pareja residía y ella quiso marcharse con el hijo. «Me dijeron que me matarían si intentaba llevarme al bebé», señaló la afectada.

El acusado, por su parte, dijo que la madre de su hijo siempre iba «desorientada por la calle y en su mundo» y que eran habituales sus problemas de mareos. A su vez, la familia del sospechoso llegó a interponer una denuncia en Comisaría porque la policía acudía «continuamente» a la casa después de que se recibieran llamadas anónimas por falsas peleas en este domicilio, en el que ya no vivía la pareja.