Providencia C.M., a la izquierda de la imagen, sentada en el banquillo junto a Miguela D.C. La otra acusada ocupó el banco de la derecha. | DANIEL ESPINOSA

Providencia C.M., de 63 años y más conocida como la Rula, afirmó ayer ante la Audiencia Provincial no querer saber nada de la droga. Es más, la supuesta 'jefa' de este clan de sa Penya señaló que ella se dedica exclusivamente a vender ropa en los mercadillos.

La policía, sin embargo considera a su clan un histórico del narcotráfico de este barrio de Vila, que recibió su último golpe de importancia en febrero de 2009 después de que agentes de la Brigada de Estupefacientes y del Greco, en la operación Ujaripén, se incautaran de casi kilo y medio de heroína tras interceptar a una correo cuando desembarcaba en la Isla.

Investigación

Registros llevados a cabo en las calles Retiro y Alta se saldaron a continuación, con más decomisos de heroína preparada para su venta, igual que de cocaína y hachís, así como de una importante cantidad de dinero que la sospechosa dijo proceder de una indemnización por la muerte de un hijo en accidente de tráfico hace tres años.

La investigación determinó que la droga iba precisamente destinada a la familia de Providencia C.M. y que la persona que preparó el envío fue Miguela D.C., un mujer de 46 años a LA que la policía atribuye el nombre de la Sevillana, apodo de otro clan asentado en Madrid.

Estas dos mujeres, junto con Ana M.S., la persona que transportaba la droga, compartieron ayer banquillo en el primer día de un juicio que estaba previsto continuar hoy y en el que el fiscal pide penas de 12 años de cárcel para la Rula y 11 para las otras dos acusadas.

Providencia C.M. no fue la única que negó traficar con droga, pese a que en su día fue condenada a tres años de cárcel. También lo hizo la Sevillana, persona que, además, negó tener este apodo. «Yo vine a Eivissa a pasar un mes y llegué con mi familia para vender joyas, que nuestro negocio», indicó la acusada.

Ambas mujeres no sólo manifestaron no conocerse entre sí sino que además defendieron a ultranza la imposibilidad de haber hablado por teléfono. Todo ello pese a que en una de las conversaciones una de ellas llamaba a la otra expresamente «tía Rula». «No tenemos teléfono. No sabemos ni leer ni escribir. Somos analfabetas», comentaron las dos.

La tercera acusada, Ana M.S., también destacó no conocer a las otras acusadas y arguyó que aceptó, «por estado de necesidad», traer un paquete a Eivissa tras conocer a una mujer en un bar de Vallecas a cambio de 1.500 euros y tres gramos de cocaína. El receptor la reconocería en una cafetería a la que debía dirigirse al desembarcar.