Los controles de los efectivos de seguridad se multiplican cuando llega la temporada estival.

Un individuo con pinta de turista espera en la puerta de una tienda y juega con algo en las manos, otro pasea sin rumbo fijo en una zona arbolada entre los vehículos aparcados como si fuera un bañista de la playa que hay a pocos metros y un último lo acaba de ver usted dos horas antes en el aeropuerto y ahora se halla apoyado en una columna en la terraza de un bar cerca de donde su mujer pudo aparcar el Porsche con el que vino a recogerle tras su llegada de Madrid. Todos tienen algo en común: están robando.
Es el delito por excelencia que más se produce durante los meses de verano en la Isla, el que más problemas ocasiona y el más difícil de atajar. Las fuerzas policiales de Eivissa dedican cada temporada una buena parte de sus esfuerzos a labores preventivas y a montar dispositivos para intentar controlar y adelantarse a eventuales oleadas de hurtos y robos. «Los ojos perciben otras cosas si se sabe a dónde y cómo mirar. No puede haber un agente en cada sitio, por eso es tan importante la colaboración ciudadana», apunta un mando policial cuando se le pregunta por el problema de los robos.
De los ejemplos arriba descritos, el primero de los sospechosos está manipulando un dispositivo que anula las alarmas. No es una caja de cerillas lo que tiene entre sus dedos. Sólo lo activará en el mismo momento que su compinche se disponga a salir de la tienda con una bolsa repleta de prendas o artículos. Quizás, además, haya tenido la precaución de preparar la bolsa con papeles de estaño para reforzar la 'seguridad' de su acción. El segundo de los hombres, el que merodea entre los vehículos, tampoco es un bañista. Probablemente tenga un compañero en una moto o en un coche con el motor en marcha que le espera a una distancia prudencial para asistirle en el momento en el que lo vea romper la ventanilla de un automóvil y coger todo lo que pueda de su interior. El tercero quizás sea el más peligroso de todos. Forma parte de una banda que cada verano viene a la Isla a lo mismo.

Asaltos en masiones
Vigilan a las personas que sospechan que pueden ser adineradas y le montan un seguimiento hasta que conocen sus domicilios y sus hábitos. A los ladrones les habrá tocado la lotería si su víctima se aloja en una mansión, uno de esos lugares de ensueño alejados del ruido, perdidos en un bosque o en una cala. El 'golpe' puede ser muy bueno y los riesgos mínimos. El futbolista internacional holandés Schneider fue el año pasado una de las víctimas de este sistema, pero ni mucho menos el único de su clase en ser desvalijado.
«Ya no te puedes fiar de nada. Antes sí se podía pensar que un determinada clase de delito venía de la mano de grupos delictivos identificados por nacionalidades. Ahora todo se ha globalizado. Lo mismo un magrebí se está dedicando a robar en una joyería (típico antes de una banda rumana) que un rumano te está 'haciendo' las playas (delito antes vinculados a grupos magrebís). Incluso, los famosos butrones que antes tenían la firma de bandas militarizadas albanokosovares ahora pueden ser obra de españoles», comenta otra responsable policial en la lucha contra la delincuencia.
Todas las fuentes policiales consultadas por este periódico, sin embargo, coinciden en señalar en que Eivissa, en términos generales, es un lugar seguro. «Salvo el problema de los robos de temporada, muchas veces evitable si la gente prestara más atención, este no es un sitio donde haya por norma hechos violentos. Son esporádicos, pero llaman mucho la atención», explica otro especialista.
Aquí no hay cada dos por tres atracos, peleas con muertos o asesinatos obra de mafias o de ajustes de cuentas. Otro caso es de las discusiones domésticas o los ruidos, pueden aumentar un poco porque hay más gente, pero nada más. Es lo de siempre: robos», concluye otro mando. «Las drogas sintéticas o destinadas a las zonas de ocio es harina de otro costal. Hay mucho menudeo de temporada, pero en todas partes. No es algo directamente relacionado con la seguridad ciudadana, que es realmente lo que hace daño. Uno vende drogas y el otro consume. Fríamente, es problema de ellos, aunque haya que combatirlo», indica un 'veterano' de la Guardia Civil. Al respecto se señala que otro enfoque es el del toxicómano que puede verse abocado a delinquir para obtener la droga, algo que sí repercute directamente en los que es el aumento de los índices de delincuencia.
«Otro asunto es el de la periodicidad. Cuando has identificado a los delincuentes, muchas veces ya se han ido. Trabajan zonas durante unos días, lo 'queman' todo y se marchan. A seguir haciendo la ruta, mañana en Tenerife, y dentro de dos semanas, en la Costa Brava. Así de sencillo», concluye otro agente.

La ayuda de los turistas afectados
Otro aspecto que ayudaría el trabajo policial es que las instituciones y empresas más directamente relacionadas con el sector turísticos contaran con los canales oportunos para poder facilitar a las víctimas de los delitos un mejor flujo de comunicación con las fuerzas de seguridad. En muchos casos, la comisión de un delito queda impune porque el afectado ha regresado a su país cuando los agentes precisan de la identificación los sospechosos o necesitan datos para avanzar en la investigación. Problema aparte, es la traba que suponen denuncias falsas interpuestas para cobrar seguros.

Una lucha donde todos colaboran
La Dirección General de Policía ha entendido la importancia de contar con la gente de a pie. Fruto de ello es el Programa de Participación Ciudadana y otras iniciativas similares. Policía y Guardia Civil realizan periódicamente reuniones con vecinos, asociaciones empresariales como son la Federación Hotelera, la Pymeef, la Caeb o las agrupaciones de hostelería y agencias de viajes. Además, se dan charlas a colectivos más sensibles como los mayores o los escolares. Cualquier ayuda, es poca. «Pero hay que decirlo: cada vez hay más colaboración», destaca un mando policial.

Desde consultar por un lugar, al asalto al parar en un semáforo
Los ladrones no escatiman en ingenio a la hora de actuar, aunque también es cierto que muchos de sus métodos terminan siendo conocidos por su abuso en la reiteración. Los más sofisticados, incluso, consultan las páginas web para planificar sus jornadas de trabajo. A los más sencillos, por contra, les basta con fijarse en incautos que en terrazas y bares dejan sus prendas a la vista y se olvidan de ellas.
Los descuideros que desvalijan tiendas no dudan en 'bombardear' a preguntas a los empleados desviando la atención sobre sus cómplices; otros imitan un partido de fútbol o abordan a sus víctimas mapa en mano preguntándoles por un sitio mientras un compinche les roba. Hay quien aún utiliza el método del 'pinchazo', con el que se distrae a un conductor al informarle de que una de sus ruedas pierde aire. Nada más bajar, será víctima de un robo. El coche es precisamente uno de los escenarios preferidos de los ladrones. Las fuentes policiales coinciden en indicar que hay que acabar con la idea de que el vehículo es un lugar seguro. Así lo demuestra este mismo año el número de maleteros forzados en muchos de los robos que se han producido.
Más peligrosos son los especialistas en tirones y robos violentos como los de la denominada 'banda del Rolex'. Vigilan a sus 'clientes', los siguen y los asaltan cuando menos se lo esperan. Basta una parada en un semáforo para que la víctima, conductora de un descapotable, pierda su reloj en segundos. Más indetectables aún son los que siguen por internet las ofertas de pisos, mansiones e inmuebles de alquiler. Montan esperas y ven si el morador es merecedor de su 'visita'.