Dos o tres personas, un teléfono móvil y una víctima, generalmente de habla hispana. Es lo único indispensable para cometer un secuestro virtual, un delito que en los últimos años se ha extendido en México como una forma de obtener dinero rápido y que, incluso, se puede perpetrar desde la cárcel.

Un empresario catalán y el grupo musical vasco Delorean son los últimos casos conocidos de víctimas de secuestros virtuales en México. Otros no han salido a la luz, pero los investigadores alertan de la expansión de este delito en Latinoamérica, aunque con menos posibilidades de instalarse en España.

Solo en México, el pasado año, según datos oficiales, se produjeron 105.682 secuestros de todo tipo, aunque únicamente 1.317 denuncias llegaron a las fiscalías.

Es en este país donde más han proliferado las distintas variedades del secuestro virtual, pero la Guardia Civil, según explica el comandante jefe de Delincuencia Especializada de la Unidad Central Operativa (UCO), Jesús Gálvez, ya ha tenido que intervenir en otros en Brasil, Colombia o Venezuela.

Los agentes de este cuerpo colaboraron con los Mossos d’Esquadra y la policía mexicana en la feliz resolución del secuestro de un empresario de la provincia de Barcelona, que no tuvo que desembolsar los 60.000 euros que los extorsionadores exigieron a su hermano para ser «liberado».

Modalidades

Hay varios tipos de secuestros virtuales. El más fácil, y con muchas posibilidades de que la víctima «pique», es el que consiste en reclamar por teléfono a una persona una cantidad de dinero, que debe ingresar en una cuenta, a cambio de no hacerle daño a un familiar supuestamente secuestrado.

Generalmente se paga el rescate y los secuestradores, que han conseguido previamente datos del supuesto secuestrado, aprovechan que su víctima está volando o en un acto con el móvil apagado, para llamar a los familiares o la empresa donde trabaje y pedir el dinero.

Una variante de secuestro virtual algo más sofisticada, y que es la que se ejecutó en el caso del empresario catalán, consiste en aislar a la víctima -en general extranjeros y con frecuencia de habla hispana- después de haberla convencido por teléfono de que abandone el hotel o lugar donde se encuentre y se dirija a otro que los extorsionadores le indiquen.

Antes, y en el camino, deberá apagar su móvil y adquirir otro terminal mexicano, con el que le tienen controlado las 24 horas.