Paulo César Baptista durante una de las sesiones del juicio que se celebra en la Audiencia. | Alejandro Sepulveda Soler

Los forenses lo tienen claro: la muerte de Abel Ureña se produjo por el golpe que se dio con el suelo al caer después de que Paulo Cesar Baptista le dejara K.O. de un puñetazo. La magistrada que preside el jurado pidió a los expertos una respuesta tajante a si, en el caso de no haberse golpeado con el suelo, Ureña habría muerto o no: «Se habría recuperado». En ese punto estuvieron de acuerdo los dos forenses judiciales y sólo planteó alguna objeción el perito de la acusación popular: «No podemos asegurar qué evolución hubiera tenido».

El resultado de la autopsia y de las pruebas que se realizaron a la víctima reflejan que tenía dos hematomas en el cerebro. Uno en la sien derecha, donde recibió el puñetazo y otro, en el occipital, hacia el lado izquierdo, provocado por la caída al suelo. Fue este segundo impacto el que provocó una fractura y terminó en un edema que causó su muerte diez días después del puñetazo.

«El golpe -propinado por el acusado- fue lo suficientemente fuerte para conmocionar. Esto es, un K.O., pero no tenía entidad para que provocara esos daños en el lado izquierdo», concluyó uno de los expertos.

La pericial es una de las pruebas claves del juicio en el que el debate se centra en si Baptista tenía intención de matar o no a la víctima con ese puñetazo.