Por fin! después de 10 horas de viaje ya estamos en Chicago, la ciudad del viento. Llegamos al hotel, nos situamos y después de un breve descanso toca visitar la ciudad. El hotel está situado en frente del Millennium Park, uno de los pulmones verdes de la ciudad. Lo primero que vemos es el Pritzker Pavillon, un escenario para conciertos al aire libre. A continuación damos un paseo por su cuidado y verde césped, vemos The Crown Fountain, del arquitecto catalán Jaume Plensa; se trata de una fuente donde salen caras de habitantes de Chicago y de la que mana un chorro de agua de sus bocas. Unos metros mas adelante tenemos el Cloud gate, también llamada la habichuela (20m de ancho, 10 de alto y 110 toneladas de peso) de la artista Anish Kapoor. A mi parecer no es una obra espectacular, pero que tiene un encanto especial. En el centro de la misma hay una concavidad con forma de vortex, denominada Omphalos, y ofrece múltiples reflexiones de una sola persona

Skyline

Paseamos por la Avenida Michigan rodeados de su skyline y numerosas tiendas. Las calles están muy bien cuidadas, limpias y con unas enormes jardineras repletas de flores. De pronto, parada en seco! una tienda de animales. Oh no! ya empieza nuestro consumismo. Y es que no puedo dejar de comprar un collar para Lucho, nuestro perro, que se a quedado en Eivissa cuidando de la casa junto a mi hermana.

Si tuviera que escoger entre Chicago y New York, me quedo con la primera. Eso sí, como Eivissa, ninguna.

Primera señal

Más adelante localizamos la calle Adams y allí esta: la primera señal de la Ruta 66! Os parecerá una tontería pero me han asaltado muchas sensaciones; alegría, nerviosismo... pero también preocupación porque todo salga como esta programado. Aunque ya hice la Ruta Este en coche - de New York a Canadá - son muchos los pensamientos que se me vienen a la cabeza, pero como me dice Luis... (me encanta por su tranquilidad y optimismo) «que puede salir mal, si lo peor era que no llegasen las maletas y las tenemos aquí!»

Mañana nos espera un día mas tranquilo y espero que el ‘jet-lag’ no nos de mucho la tabarra.

Aquí son siete horas menos que en España y el cuerpo está un poco loco. Eso sí, aquí mi amigo Luis ya esta ronca