Empecemos por Mallorca y seguiremos por la isla de Ibiza. No sé si el actual presidente de los Estados Unidos Donald Trump habrá probado el vino mallorquín pero tal vez (palabras mayores) lo probó nada menos que el también presidente norteamericano Thomas Jefferson (1743-1826), uno de los denominados Padres Fundadores de los Estados Unidos, máximo responsable de este país entre 1801 y 1809 y pieza clave en la elaboración de la declaración que, con cierta ayuda española, independizó a los estadounidenses de los británicos.

Pues bien, parece que a Jefferson, los sabemos por Margaret Bayard (1778-1844), periodista de la época y amiga suya personal, quería disponer de buenos vinos de mesa para las recepciones y las comidas que ofrecía. Para ello, el presidente conseguía que los diplomáticos al servicio de Estados Unidos le mandaran buenos vinos desde Francia, Italia o Madeira, en Portugal. Incluso tal y como consta en un documento localizado por PERIODICO de IBIZA Y FORMENTERA en los Archivos Nacionales de Washington, le pidió al cónsul de su país en Baleares, John Martin Baker que le mandara viveres, delicatessen y vino de Mallorca.

Se da la circunstancia que a principios del siglo XIX el comercio entre Baleares y Estados Unidos era escaso. De hecho de allí nos llegaba algo de salmón, alubias, arroz y mantequilla y Mallorca a su vez exportaba naranjas, limones, pimientos rojos y sobre todo vino tanto blanco como tinto. En este sentido, y según ese mismo documento, Thomas Jefferson le solicitó a Baker – menorquin de padres británicos pero naturalizado estadounidense – que le enviara en 1809 unos pellejos de un vino mallorquín denominado albaflor que tal vez se producía en la zona del Pla de Binissalem.

¿Le llegaron entonces las pipas de vino mallorquín a Jefferson? Pues eso no está documentado, pero que salieron de Mallorca, sí.

Por otro lado, tambien se sabe que John Martin Baker, el cónsul mallorquín, tuvo muy buenas relaciones con el cuarto presidente de los Estados Unidos, James Madison (1751-1836). Incluso, es autor de un libro sobre el comercio mediterráneo de su tiempo muy interesante que se imprimió en Washington en 1819 y está constatado que conocía muy bien Mallorca y Menorca como quedó demostrado cuando envió a Jefferson, como buen espía, planos del puerto de Mahón en 1805 «con la esperanza de que el Puerto de Mahón sea considerado en algún momento útil para la armada de Estados Unidos».

¿Qué escribió Baker sobre Ibiza?

Además, John Martin Baker conocía mucho Ibiza, de la que escribió que estaba poco poblada y que era rica en producciones agrícolas. De hecho, en su libro sobre bastantes islas mediterráneas, le dedica un capitulito a la mayor de las Pitiusas. Pero... ¿estuvo o no estuvo? Eso no lo sabe ni el Tato ya que apenas hay datos sobre la vida de este cónsul.

Lo que si sabemos es que consideraba el puerto de Ibiza (Vila) bastante bueno y con capacidad de anclaje. En el primer cuarto del siglo XIX el comercio entre Ibiza y Estados Unidos era realmente pírrico. Del país de Donald Trump entonces nos llegaban algunas alubias, arroz (no mucho) y sobre todo mantequilla mientras que en sentido inverso, de Ibiza se exportaba a Gringolandia y a media Europa, sal. De hecho, según escribió Baker, los mejores cliente de la sal ebusitana en aquella época eran daneses, holandeses y suecos. Incluso, la consideraba como la mejor sal del Mediterráneo, y con diferencia.

Además, una de las cosas interesantes que nos cuenta es que la isla contaba con un pequeño mercado internacional de capitales, es decir que se podía cambiar con facilidad moneda o pagar en moneda de muchos países. Otra de las cosas es que las sardinas o bien pescadas en Ibiza o importadas era un artículo de lo más apreciado. Como dijo el gran narrador, ensayista, dramaturgo, dibujante y político español Alfonso Daniel Manuel Rodríguez Castelao: «si las sardinas volaran en mucho más se apreciarían».

John Martin Baker tras abandonar Mallorca entró a trabajar para la presidencia norteamericana en la ciudad de Washington, capital del país, y finalmente lo destinaron al Brasil. Finalmente murió en 1841 sin que sepa a ciencia cierta si era un espía al servicio de los Estados Unidos en el Mediterráneo occidental.