"Haz preguntas más precisas, si no quieres que te conteste genéricamente". Sofía Vergara replica a Pablo Motos. Lo hace con su humor que lo puede todo, incluso romper con los eufemismos que se dan en las entrevistas de promoción. Es su superpoder, y lo ejerce siempre que pisa un plató: sale a jugar un partido de ping-pong dialéctico con el entrevistado, dispuesta a divertirse rebotando ironía de la buena. Ironía que a la vez es bruta y a la vez es empática.

Ya nada más entrar al plató de El Hormiguero, Vergara toma el control de la escena. Ni siquiera conoce a Trancas y Barrancas. Pero pilla rápido el punto de Motos. Tiene práctica en talks shows. Ha estado con los mejores, y los peores. Aunque, especialmente, alcanzó una brillante química con Ellen DeGeneres cuando visitaba su programa diario. La seguridad adquirida en tantos años en la pantalla le permite estar de vuelta del qué dirán de la calle. Tampoco necesita complacer al presentador. Y así genera un poderoso vínculo de complicidad gracias a su habilidad para hablar con naturalidad, compartiendo detalles de su vida que otros callarían y hasta delatando cuando no comprende algún comentario. O prefiere no comprenderlo.

De hecho, en un momento, al relatarse su faceta como productora de la serie que está promocionando, 'Griselda' (Netflix), Pablo intenta explicar si ha tenido algún favoritismo con el papel que interpreta en la ficción: "Si tu haces un documental sobre las gacelas, todo el mundo va con la gacela. Si haces uno sobre los leones, todo el mundo va con el león. O sea, que tú decides que quieran a Griselda", reflexiona el presentador. Vergara responde cómicamente astuta: "¿Qué dijo, alguien que me traduzca?". Las risas resuenan. "Voy con ella a tope", Motos replica. Parece que no se lo está poniendo fácil, pero el director de El Hormiguero sabe que le está redondeando la emisión con tal rapidez de reflejos.

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Una rapidez de reflejos la de Sofía Vergara que es una especie de arco de seguridad para hacer pitar preguntas que no harían a un hombre. ""Hay una cosa que me han puesto en la documentación, pero supongo que es mentira. Y es que eres rubia natural", pretende comprobar Motos. "¿Tú naciste con ese pelo de ese color, te lo teñiste? Entonces, por qué me lo voy a teñir yo", objeta Vergara dejando entrever curiosidades heredadas de tascas de antaño.

En otro instante, al escuchar cómo pronuncia Vergara el nombre de la sitcom que la catapultó a la fama, también Pablo Motos salta con "¿Cómo dices Modern Family?". "Ah, ¿hablas mejor inglés que yo? ¿cuántas nominaciones al Emmy tienes tú en Estados Unidos?", devuelve Vergara con su hipnótica gracia. Uno no puede dejar de escucharla. Lanza una pulla detrás de otra al mismo tiempo que, como buena artista, no deja de buscar con sus expresivos ojos el guiño del público presente.

Entre medias, Vergara intenta explicar lo difícil que ha sido aprender a fumar con ya 50 años para encarnar a Griselda. Motos, con su curiosidad y un poco de jocosidad, incide entonces en un "No es tan difícil, ¿hay coachs en Estados Unidos?. Con su franqueza, la actriz habla claro: "yo en mi vida había fumado. El director me enseñó. También a meter cocaína, que nunca me había metido cocaína por la nariz". Silencio dramático. Calla, respira, piensa y añade: "Ni por ningún lado". Pablo Motos se desternilla. Y continúan charlando sobre aprender a fumar a su edad. Aunque sea para hacerlo de mentira. "¿No te daba angustia?", persiste el presentador de uno de los programas más vistos de la tele española. "Me daba angustia pero me la aguanté porque sabía que me iban a pagar bastante por la serie", contesta Vergara. Para qué dobleces, si cuentas con el don para el sentido del humor con el que entran las verdades hasta el fondo.

"No entiendo lo que tienes para gustarle al 100 por 100 de la gente. Ni el jamón le gusta al 100 por 100 de la gente", bromea Motos. "Suena un poquito de envidia... No sé si esto es una pregunta de verdad", retruca, de nuevo, Sofía Vergara. Lo hace justo antes de dar en el centro de la diana del éxito en la vida: "El día que dejé de pensar en mi acento, comencé a conseguir trabajo". Era eso. Estaba contestando a todos. Ahí está el resumen del secreto de "gustarle" a tanta gente que Pablo Motos intentaba averiguar: en el día que pudo empezar a ser ella misma y no como pretendían las expectativas de los prejuicios, los mismos que hasta nos pueden empujar a aborrecer aquello que nos hace únicos.