En un día propicio para alzar la vista, con el Madrid más famélico de los últimos años y un estadio entregado, el Mallorca volvió a agachar la cabeza. El grupo de Manzano estropeó un partido aseado por su incomparecencia ofensiva. Aportó lucha, entrega, minutos de lujo de Ibagaza en el primer acto, pero se olvidó de lo más importante. De mirar al portero rival. Un disparo tímido de Jonás en el primer acto fue su única aportación ofensiva. El Real Madrid, con más músculo que talento, puso en apuros a Moyà en media docena de ocasiones y sacó petróleo de una falta de Reyes en los estertores de la cita. El tanto del sevillano condenó a un Mallorca sin dientes que entrega la peor tarjeta de su historia como local en una primera vuelta y con la amenaza del descenso pisándole los talones (0-1).

El Mallorca dominó en el primer cuarto de hora y descubrió flaquezas en la defensa de su rival. Con presencia en las bandas, sobre todo en la orilla de Varela, y un Ibagaza magistral. En corto y en largo, El Caño puso en marcha a su equipo y filmó los mejores minutos del duelo. Cada aparición del argentino se convertía en una bendición para el espectáculo. Lástima que su reparto de cartas no sirviera para nada. Maxi es incapaz de generar una ocasión por sí solo. Siempre rodeado de camisetas blancas, el argentino se estrelló contra su ineficacia y arrojó a la basura los regalos que le entregó Ibagaza en el primer tiempo. A los siete minutos, se precipitó tras un servicio de oro deCaño y disparo a las manos cuando Cannavaro ya le miraba la matrícula. Fue un ejemplo.

Pese a esos minutos de tanteo prometedores, de la exhibición deCaño, la mejor ocasión fue del Madrid. Con Reyes y Robinho en el limbo, y Gago todavía en la Bombonera, sólo Higuaín daba señales de vida. El argentino desquició a la zaga con su movilidad y sus desmarques. Suya fue la primera ocasión clara de la noche. EPipita selló un control de academia tras un centro de Diarra, encaró a Moyà y sacó su fusil. El disparo acabó con un despeje del portero a la esquina. El córner generó otra oportunidad de oro, un cabezazo de Sergio Ramos al larguero. El Madrid se apoderó del balón y Gago y Diarra se asomaron a terreno enemigo con frecuencia. En las orillas, Reyes y Robinho se liaron la manta a la cabeza, pero se estrellaron en la mayoría de las acciones. Sólo el gol del sevillano maquilla una actuación de verbena de los extremos.

En el Mallorca, más voluntad que acierto. Héctor y Varela combinaban con criterio en su orilla, pero era levantar la cabeza y echarse a temblar. Maxi se adivinaba como un punto rojo entre la maraña blanca. Llegaba con gente por las bandas, pero nadie en el remate. Con estas premisas, el rival comenzó a sentirse cómodo y dominador. Sólo las apariciones de Ibagaza desencajaban al Madrid, que ni siquiera necesitó de combinar para adueñarse de la brújula de la noche. El Madrid se limitó a mandar las tropas arriba en cualquier jugada a balón parado y vivía plácidamente ante la falta de resistencia.

El Mallorca se estiró con el descanso en el horizonte y Jonás probó los reflejos de Casillas. El Galgo recortó a Sergio Ramos y conectó un latigazo que despejó el portero blanco. Fue el único disparo a puerta serio del bloque balear en todo el partido.

El Madrid compareció en el segundo tiempo más enchufado al partido. Van Nistelrooy, bien sujetado por Ramis.