El destino fue demasiado cruel para el Mallorca. El grupo balear arrolló al Villarreal en un tramo del primer acto notable, treinta minutos plagados de trabajo y unas gotas de fútbol que desembocó en el gol de Pereyra, dos mano a mano desperdiciados y una sensación de superioridad incontestable. De repente, un tanto de Tomasson con el descanso en el horizonte resultó determinante. Se había desgastado estérilmente, había sembrado de seda el césped y empataba en el entretiempo, una situación difícilmente entendible pero real. Y ya no fue capaz de reaccionar. Víctor perdonó el 1-2 en el minuto 87 y en la siguiente jugada Fuentes cazó un balón que deja al Mallorca mirando al precipicio (2-1).

Manzano volteó el once. De un plumazo, el técnico jienense se quitó de encima a Maxi, Jordi López y Héctor en beneficio de Tuni, Arango e Ibagaza. Pereyra, que entró por el lesionado Basinas, completó el experimento. Al igual que hace un año, el técnico de Bailén apostó por fijar dos llegadores en ataque: Jankovic y Arango.

Después de unos primeros minutos de tanteo, con el Villarreal disparando balas de fogueo, el Mallorca se adueñó del balón. Jonás descubrió flaquezas en el carril de José Enrique, Tuni se asomaba con criterio por la izquierda y, en el centro, Ibagaza repartía las cartas desde su tienda de campaña.