El Mallorca necesita una dosis extra de sacrificio para sobrevivir. Es capaz de sobreponerse a la torrija inicial, de concederle dos goles de ventana a su rival y, de repente, marcar tres tantos con un jugador menos. Ayer fue la expulsión de Pereyra en el minuto 60 la chispa que encendió el ataque de rabia doméstico, ese impulso indescriptible que transformó a diez cadaveres vestidos de rojo en fieras. Con uno menos y el Getafe ganando 1-2, el grupo de Manzano le puso una marcha más al envite. La entrada de Borja Valero liberó a Ibagaza y el Caño marcó el paso. Firmó un gol de penalti y dio dos. También la mejor versión de Arango contribuyó a su segunda victoria a la épica en casa -hace diez días remontó otro 0-2 ante el Valladolid- que le permite seguir instalado en la zona noble (4-2).

El partido se convirtió en un carrusel de incongruencias. A veces frío, a veces caliente, todo se movió a base de impulsos. El típico choque trabado que se resuelve por la calidad en la definición. El Mallorca ganó por pujanza pero sin fútbol; el Getafe puso el juego, pero perdió. El bloque de Manzano se creció con un jugador menos; el grupo de Laudrup se derrumbó con el 0-2. El mundo al revés...

La metamorfosis del Mallorca alteró una tarde que había amanecido grisácea con el tanto de Sousa en el primer minuto y que se tiñó de negro al inicio de la reanudación con el segundo tanto del Getafe y, minutos después, con la roja al Guille. De repente, apelando a una mezcla de casta e inspiración, el Mallorca desbordó al Getafe en los últimos veinte minutos. Se agarró a la conexión Ibagaza-Arango para tomar aire. El Caño le entregó un gol al venezolano y otro, el que cerró la tarde, a Ramis, que estrenó su cuenta en Primera. Juan se redimió con dos tantos -su segundo doblete consecutivo en casa- que le dieron la vuelta al marcador y que le sirvieron para reencontrarse anímicamente.

El 18 del Mallorca celebró los goles como nunca: de rodillas y con los puños al aire. Al margen de los tantos, recordó al de sus mejores tardes y estuvo en casi todas las anotaciones del choque, sobre todo cuando Manzano le escoró a la izquierda en el segundo acto. Ahí es donde debe jugar y donde se está efectuando su ascendente rendimiento. Suma cuatro goles desde ese carril.

Antes del efecto Arango, el Mallorca se enredó en la incomprensión en un primer acto dominado de cabo a rabo por el Getafe. Los de Laudrup se adelantaron en el minuto 1. Uche aprovechó un despiste de Molinero -se quedó enganchado en el fuera de juego- para penetrar por la derecha y asistir a Sousa, que remachó a placer. El Mallorca no reaccionó. Sin intensidad y con Ibagaza cortocircuitado, sólo asustó con un cabezazo de Arango, tras una gran acción individual de Tuni, que escupió al larguero y en un mano a mano de Víctor con el Pato. El resto, una cantidad ingente de balones bombeados. El Geta había encontrado petróleo en su flanco izquierdo ante la fragilidad de Molinero y David Navarro. El valenciano, revolucionado todo el choque, repartió a diestro y siniestro. Casquero, Uche y De La Red daban agilidad a la pelota. Incluso con paredes dentro del área enemiga. Dos manos de Moyà, tras sendos disparos de Uche, finiquitaron el primer tiempo.

Manzano movió su pizarra con sentido. Metió a Borja Valero, liberó a Ibagaza y escoró a Arango. Sin embargo, el Getafe golpeó de nuevo. Sousa penetró en el área ante la apatía de los mallorquinistas y soltó un derechazo que sorprendió a Moyà. 0-2 a los 47 minutos. Cinco más tarde, Víctor cayó en un forcejeo con Celestini, el árbitro hizo caso a su asistente e Ibagaza marcó desde los once metros. Cuando mejor estaba el Mallorca, otro jarro de agua fría. Pereyra cometió una falta absurda en el centro del campo y vio su segunda amarilla. La primera, por cierto, la había visto por proteger a David Navarro...

De repente, con todo hundido, el Mallorca salió a flote cuando Arango esbozó su primera sonrisa. El venezolano firmó el empate de la nada gracias a su conducción de balón y a su fe en el disparo, que se tragó el Pato. Ya con Basinas en el campo y Molinero en la ducha, el grupo balear mantuvo su línea de crucero. Así, Ibagaza se sacó un pase de mago que Arango rentabilizó con un toque de seda con la zurda en la cara del portero argentino. Con el Getafe hundido, llegó la puntilla. El Caño, en otra obra maestra, le entregó una ocasión a Ramis que el pobler, recién entrado, metió a la escuadra con un remate en carrera. El Mallorca sigue jugando con fuego pero no se quema. Al menos de momento.