Cristina Ferrer, durante su discurso, ayer en el Palau de Congressos. | Marco Torres

Cristina Ferrer (Eivissa, 12-04-1988) fue premiada ayer no sólo como la mejor karateca insular de 2009, sino también como la mejor deportista en general de ese año. La ibicenca, que en su discurso ante el público cricitó duramente al karate -«queremos llamarlo deporte y hacerlo olímpico, pero no tenemos unas reglas objetivas y van cambiando a peor», señaló- aunque le declaró amor eterno -es su «pasión» y le ha brindado «superación y constancia»-, sueña con ser algún día campeona absoluta del mundo.

-¿Se esperaba este reconocimiento?
-La verdad es que no. Cuando gano algún campeonato, no pienso en los reconocimientos que te pueden dar.

-¿Qué se siente al ser ovacionada por su pueblo?
-Una gran alegría. Estoy muy agradecida por este premio. Es el mayor reconocimiento que te puedan dar en Eivissa y se lo agradezco a quienes me eligieron.

-En 2009 completó su mejor año deportivo. ¿Pero se le quedó alguna espinita clavada?
-Quizá haber sido segunda en el Campeonato de España sénior.

-¿Se puede superar lo conseguido?
-Algunas cosas como los títulos sub 21, no, porque ya he dejado de serlo (risas), pero sí está claro que se puede mejorar. Es difícil, porque es complicado ganar, pero hay que intentarlo.

-¿Cuál es su sueño deportivo?
-Ser campeona de Europa individual sénior. Por equipos ya lo he sido, pero quiero el individual. También me gustaría ser campeona del mundo individual y por equipos. A mediados de septiembre se hace la preselección y, según cómo entrenes y hagas los combates, vas al Mundial o no.

-¿A quién le dedica este premio?
-Sobre todo a Fernando, Pepe y Ana, que han sido mis profesores, y, evidentemente, al Samyd y al Mediterrani, que son mis clubes en Eivissa y Barcelona, así como a mis amigos y familiares.

-¿Qué fue lo mejor del año?
-Me quedo con dos momentos. Primero, cuando quedé campeona de Europa sub 21 y, después, cuando gané el Europeo universitario en Córdoba, que fue cuando empecé a llorar al recordar todo lo que había ganado.