Jonás Souto, durante su discurso tras ser nombrado mejor deportista de Ibiza. | Marcelo Sastre

Jonás Souto Comino, nacido en Pontevedra el 8 de diciembre de 2001 y criado en Ibiza desde que tenía un año, fue elegido mejor deportista de Ibiza en la gala de los Premis de l’Esport, celebrada anteayer. El billarista ibicenco, campeón del mundo júnior de bola-9, tiene aún mucho sueños que cumplir.

—¿Qué supone para usted ser elegido el mejor deportista de Ibiza?
—Es todo un orgullo porque hay una gran cantidad de deportistas con un nivel excelente en nuestra tierra.

—Después de ser el primer campeón mundial individual de la isla, ¿veía venir este galardón?
—Eso es algo que nunca se sabe porque hay un nivel extraordinario entre nuestros deportistas y hay otros que también llegan lejos en sus campeonatos. De todas formas, yo no miro si voy a ser el mejor o no, sino que trato de disfrutar. Si los resultados salen bien, mejor; de lo contrario, a intentar luchar para que salgan bien. La verdad es que estoy contento y orgulloso de recibir este premio.

—En ese Mundial, perdió la primera ronda y se le acabó el margen de error al tener que competir el resto del torneo por la parte más larga del cuadro. ¿Qué se le pasó entonces por la cabeza y cómo fue capaz de reaccionar?
—Sabía que no había realizado mi mejor billar y que, si me concentraba, acabaría saliendo mi juego. Llamé a algunos compañeros y amigos, y me dieron las fuerzas que necesitaba. A partir de ahí, intenté hacerlo lo mejor posible y supe reaccionar a tiempo para acabar ganando el Campeonato del Mundo. Fue un trabajo psicológico importante que dio sus frutos.

—¿Cuándo empezó realmente a creer en que podía ser campeón del mundo?
—Eso no lo piensas hasta que se produce el momento. Me centré en dar lo mejor de mí. Tras esa fallida primera ronda, fui creyendo en mí con el paso del torneo hasta el punto de tener un exceso de confianza que me condujo a jugar muy bien y hacerme con la medalla de oro. Recuerdo que iba ganando en la final y no me planteaba si iba a quedar campeón o no, sino que me dedicaba a buscar la victoria en cada partida. No soy una persona que cante victoria antes de tiempo. Acabé ganando y fue un momento increíble para mí.

—¿Qué se le pasa por la cabeza al despertar el día posterior a la consecución del título?
—Tenía el móvil repleto de mensajes y felicitaciones. Casi que no me dio tiempo a pensar nada concreto porque me tiré todo el día respondiendo con el móvil en carga. Es algo que no asimilas aún porque ganar un Campeonato del Mundo en cualquier deporte no creo que nadie lo espere. Hablamos de un Campeonato del Mundo. Se supone que eres el mejor del planeta en ese momento. La sensación es inexplicable.

—En plena ebullición billarística, aterriza en Las Vegas para disputar el Mundial absoluto en marzo. Una vez allí, estalla la pandemia y suspenden un campeonato en el que muchos ojos se iban a centrar en usted. ¿Fue un palo?
—Sí, fue un palo bastante grande, porque era una oportunidad para dar lo mejor de mí. Sólo podían jugarlo 64 personas. Hablamos de un Mundial profesional. Se tuvo que cancelar por la COVID-19, que, como todos estamos comprobando, está haciendo mucho daño en todo el mundo. Fue un palo no poder jugar el torneo, pero me siento bien porque, si se hubiera jugado, a lo mejor habrían ido las cosas a peor en tema de salud y lo principal es que todos estemos bien. Espero que se pueda repetir y me vuelvan a dar la plaza para disfrutar del Campeonato del Mundo absoluto y dar lo mejor de mí.

—¿Qué sueños tiene por delante?
—Por soñar, sueño muchas cosas como intentar llegar a lo más alto del pool profesional. Por soñar, que no quede, pero lo que quiero es seguir aprendiendo de este deporte, que, junto a mi familia, es lo más importante para mí. Me ha dado muchas alegrías y ojalá pueda llegar a la elite. Para eso aún hay que trabajar mucho.

—¿Qué es lo mejor y lo peor de su deporte?
—Lo mejor es la gente que conoces, las experiencias, los viajes y las alegrías que das a Ibiza, a parte de Galicia, que es donde nací aunque me crié aquí desde que tenía un año, y a España en cada torneo. Eso es un honor. Tengo la suerte de haber recorrido casi toda Europa y ya he estado en América. Sé que voy a ir a Asia también. Recorrer el mundo por el billar es algo increíble. Y malo no le veo nada al billar. Quizá sería que nos falta estar en los Juegos. Cada ciclo olímpico luchamos por ello y cada vez se está dando a conocer más. Es cada vez más y más famoso y televisivo. Las federaciones y organizaciones están llevando a cabo eventos magníficos.

—Gracias a sus éxitos, parece que empieza a haber cultura de billar en la isla. ¿Siente que, al igual que en su día otros deportes como el tiro con arco o el bádminton, se están dando pasos adelante?
—Diría que sí, que ayuda a ello. El billar es un deporte. Obviamente, también hay quien va a tomarse unas copas a algún bar y juega simplemente por ocio. Yo mismo lo he hecho con mis amigos. Pero eso es una cosa, igual que si echas una pachanga de fútbol, baloncesto o fútbol sala con amigos, y otra cosa es la competición. El billar requiere habilidad, técnica, experiencia, psicología... Es un deporte como cualquier otro y se merece estar en los Juegos. Yo no me voy a cansar de luchar por el billar. Si en algún momento de mi carrera, que sería dentro de mucho porque no tengo intención de dejarla, decido parar, voy a seguir promocionando el billar en Ibiza y donde haga falta.