Los amigos mallorquines le recuerdan sin artificio y por sus palabras se nota que llegaron a conocerle bien y a quererle. Y todos coinciden en destacar una personalidad con dos facetas. La pública, dura y distante, pero artificial, una pose; la privada, la auténtica. «Era amigo de sus amigos», «cariñoso», «muy educado», «divertido». Así le calificaban. Fernando González Fernández-Corujedo, uno de sus colaboradores lingüísticos y literarios, habla de ese carácter adusto del que hacía gala: «Creó un personaje público que le interesaba mucho, una distorsión que le preservaba de lo íntimo». «En veinte años no tuvimos ni un enfado, lo que dice mucho de una persona; era educado, cariñoso».

El doctor José María Tejerina piensa que de cara al público «cultivaba una escenografía» porque en la intimidad era «afectuoso, educado, entrañable, dulce, muy amigo de sus amigos». Recordando algunas de sus apariciones públicas, su físico imponente, no resulta fácil imaginar su trato personal «afable, extremadamente educado y llamativamente cariñoso con los más débiles como niños y ancianos», dice Alfonso Ballesteros, que fue su médico.

Pere A. Serra, editor del Grupo Serra, resume su forma se ser asegurando que «no se puede definir porque tenía muchas personalidades, a veces era extrovertido y otras introvertido». «Señorita Charo y señorita Caty». Así llamaba el escritor a su primera esposa, Rosario Conde, y a la pintora Caty Juan. Ésta comentaba: «Camilo murió hace unos años y me afectó muchísimo; en esta segunda muerte, la natural, resucita mis entrañables vivencias con él y Charo». El escritor Cristóbal Serra le defiende a capa y espada. «Conmigo no tuvo más que atenciones, yo le tengo mucha gratitud y en muy alta estima; como escritor fue excepcional».

El pintor John Ulbricht le hizo cuatro retratos, «dos más importantes y dos más pequeños» y su esposa, la pintora Angela von Neumann, pintó los sanitarios del baño de Cela, en La Bonanova. «Nos fascinaba, fue un gran amigo y estamos muy tristes con la pérdida de este hombre excepcional». Ulbricht no olvida que Cela y Fernando Sánchez-Monge, en Galilea, en casa de una amigo, «hicieron un streptease mientras cantaban lo que él llamaba canciones patrióticas». Para el poeta Esteban Pisón: «Camilo era un poeta macho, travestido de prosista al que se le ve el pelo de la poesía. Se acostó con la poesía y con la prosa, ésta le protegió generosamente, como un hada, e influyó para que ganara el Nobel».