Christine Spengler presentó ayer su exposición en el Consell d'Eivissa. | EVA GOMEZ

El centro sociocultural s'Alamera (Vara de Rey) acogerá a las 20,00 horas de hoy miércoles la inauguración de la exposición de fotografías Christine Spengler. Una dona a la guerra (1970-2003), organizada por el Consell d'Eivissa con la colaboración de la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM), que estará abierta al público hasta el próximo día 29. «Es una magnífica exposición de una mujer especial sobre un tema delicado sobre el que hace una reflexión muy seria. Un trabajo que viene a ser la otra cara de la Christine que conocemos en la isla», apuntó ayer en la presentación de la muestra el conseller de Cultura, Marià Torres, añadiendo: «Agradecemos su labor a favor de la paz en el mundo, con testimonios tan duros y sensibles a la vez, y que haya elegido nuestra isla como el lugar del 'reposo del guerrero'».

Para la ocasión, Spengler ha seleccionado 37 elocuentes fotografías tomadas en muy diversos contextos bélicos durante más de 30 años. «Siempre soy mitad luz y mitad sombra», precisó la reportera, recordando una vez más el duelo interior que supuso en su vida el suicidio de su hermano pequeño, Eric, un peso angustioso del que ,«gracias al psicoanálisis», parece haberse liberado hace poco; obligándose a vivir para mantener vivo dentro su recuerdo; extensible a la vieja Nikon que le regaló y que es su cámara favorita, con la que se presentó ayer en una singular rueda de prensa, que terminó con aplausos de los medios de la isla que la cubrían; por sus emotivas palabras y por la firmeza de su compromiso, mostrado no sólo en sus imágenes sino también en sus libros.

«Oliendo a muerte»

Y es que, precisamente, Christine Spengler tuvo que recurrir a la escritura para completar la impresión que le quedaba dentro tras parapetarse tras su Nikon. «Mientras tiras la foto no eres consciente del horror que te rodea. Era durante la noche, cuando no podías dormir por todo aquello que no habías fotografiado: los gritos y el olor de la muerte. Es lo que me tenía angustiada por no poder expresarlo. Así que decidí ser escritora para rendir homenaje a las víctimas de tanto horror», explicó.

Con una trayectoria plena de reconocimientos internacionales por su trabajo en tantos frentes y bajo tanto peligro, al volver a Eivissa, Spengler se sentía de nuevo en casa, y hacía fotografías y montajes oníricos coloristas «para exorcizar el dolor de la guerra», donde -sin embargo- aprendió «a respetar la vida»;con su mirada de mujer «que ha intentado siempre huir de todo sensacionalismo», precisó, asegurando que, el hecho de ser mujer, «me ha facilitado siempre mi trabajo, por la ósmosis que tengo con las mujeres y los niños». La prueba de esa buena sintonía con ellos «es que siempre me miran a los ojos; nunca he robado una foto», aseguró la fotógrafa, pidiendo al representante de la CAM, Vicent Prats, que le gustaría que llevaran la exposición a sus salas de Palma, Valencia y Alicante.

Al quite, Prats se mostró a favor de la petición y contó la anécdota de cómo se fraguó la iniciativa que hoy levanta el telón en s'Alamera, y en la que ha tenido mucho que ver (como destacó la fotógrafa francesa) «la tozudez» de la responsable del centro, Lina Sansano, también directora del Museu d'Etnografia d'Eivissa.