Las aulas del centro rebosaban vitalidad durante su primer día laboral.

Tras la resaca de la inauguración, ayer en el nuevo Conservatori de Música i Dansa d'Eivissa i Formentera tocaba ponerse a trabajar. Fue el primer contacto lectivo para muchos con el nuevo centro y nadie quiso perderse las clases, incluyendo la lluvia, que cayó insistentemente durante todo el día. Parecía como si el cielo quisiera poner a prueba el nuevo edificio construído por el arquitecto Alfredo Payà Benedito, y éste respondió a la perfección, ya que más allá de los habituales charcos en las escaleras y en los pasillos, ningún aula acusó los estragos de la gran cantidad de agua.

Por eso, la satisfacción era el sentimiento más extendido entre los profesores y los alumnos, que también destacaron sobre manera dos aspectos del nuevo centro de la Avinguda d'Espanya de Vila: la amplitud de las aulas y su insonorización.

Por ejemplo, Miguel Àngel, que hacía las veces de profesor de viola y guía para indicar a todos los nuevos alumnos el lugar al que tenían que acudir, destacaba entre sonrisa y sonrisa que «la gran diferencia con el conservatori de Cas Serres es, sobre todo, el espacio que tenemos en las clases para estar con los chicos». Algo en lo que también incidió Rafa Barberá, profesor de saxo, que resaltó que «ahora hay unas aulas específicas para dar, por ejemplo, clases de cuarteto de cámara en la que participan cuatro saxofones sin tener que estar apretados».

Esta amplitud se nota aún más en las clases que son más teóricas y en las que son necesarios pupitres, como Historia de la Música o Lenguaje Musical, lo que antiguamente se conocía como Solfeo. Precisamente, de esta última materia, Eva, daba clase a doce alumnos de edades comprendidas entre los 8 y los 10 años, junto con una pizarra enorme, un piano y un calefactor, que hizo que su clase fuera una de las más acogedora de todo el centro.

Alumnos muy contentos

Mientras, los alumnos que acudieron a su primer día en el nuevo Conservatori, también estaban satisfechos con las nuevas instalaciones.

Por ejemplo, Celia de quince años y con cinco de estudios de clarinete a sus espaldas, resaltaba que lo mejor del centro son «la gran cantidad de aulas libres que hay siempre y que te permiten estudiar durante las horas que hay muertas entre clase y clase», mientras que su amiga, María, de catorce años y estudiante de violín desde los siete, destacaba entre una gran timidez, que «lo mejor es la insonorización que tienen las aulas y que te permiten concentrarte perfectamente en lo que estás haciendo».

Otras, como Esther, de 16 años y nueve de estudiante de saxo, preferían destacar del nuevo edificio «sus vistas y su ubicación, ya que el que esté en el centro de Vila es mucho mejor que cuando estábamos en Cas Serres, donde compaginar mis horarios y los de mi hermana era un auténtico lío para mis padres».

Precisamente, la mayoría de los progenitores también estaban contentos con el nuevo edificio. Por ejemplo, Carlos, que acompañaba a su pequeña hija María, de ocho años, en la clase de viola de Miguel Àngel, también valoraba muy positivamente el espacio de las aulas y el lugar donde había sido construído.

Por todo ello y aunque aún quedan muchos detalles y equipamientos que terminar, sobre todo en lo que se refiere a la zona de la danza, durante el primer día lectivo del nuevo Conservatori de Música i Dansa d'Eivissa i Formentera la palabra más repetida era, además de 'lluvia' y 'frío', 'satisfacción'.