Antonio Colinas, en una imagen de archivo tomada el pasado verano junto a la sede de Ultima Hora.

Antonio Colinas (La Bañeza, 1946) está a punto de cumplir 65 años y por su mente no ha aparecido, ni siquiera de manera remota, la idea de abandonar su labor profesional. Tanto es así, que acaba de publicar su Obra poética completa (1967-2010) (Ediciones Siruela) en la que recoge sus 16 obras de poesía.

-¿Cómo se ha sentido al tener que revisar toda su obra?
-Esta edición es muy especial, entre otras cosas porque tuve que revisar todos los manuscritos, todos los cuadernos y ello me llevó a rescatar algún poema que no había publicado o a utilizar otras versiones. Pero sobre todo, la gran novedad de esta edición es que consta de dieciséis libros, de los cuales dos son inéditos en este tipo de ediciones. Uno de ellos es La viña salvaje y el otro es El laberinto invisible.

-¿Cual ha sido la razón para que algunos poemas inéditos vean la luz en este momento?
-Era una ocasión perfecta por el hecho de aprovechar una edición tan especial que aglutinase todo lo que había escrito. Por otra parte, no considero este libro como algo cerrado. En el índice aparece cada obra con la fecha de su creación, excepto la del Laberinto invisible. No lo considero cerrado porque, mientras el autor esté vivo... Pero sí que tiene un sentido abarcador de toda la obra.

-Poeta, narrador, ensayista, traductor, ¿con qué faceta se queda?
-Yo me considero sobre todo un poeta, hasta el punto de que la poesía es la base o el sustrato del resto de mis libros. Cuando he publicado novelas o libros de cuentos, he hablado de relatos líricos, mis estudios biográficos han sido sobre poetas, los libros de ensayos han sido sobre temas de poética. Los tres tratados de armonía, que es un libro muy ibicenco, tienen una base poética. Algunos son verdaderos poemas en prosa. La poesía es siempre el motor de mi obra.

-Si su carrera pudiera clasificarse por etapas, ¿de cuál de ellas se siente más orgulloso?
-Fue muy rica y siempre he pensado que le debo mucho a los 21 años que pasé en Eivissa de manera continuada. Fue una etapa muy rica creativamente. De allí salieron libros como Astrolabio, Noche más allá de la noche, Los silencios de fuego, El libro de la mansedumbre... son cuatro libros muy unidos a esa etapa ibicenca que inicié en 1977.

-¿Cree que esta visión de conjunto le otorga al lector una mejor comprensión de su obra?
-Creo que sí. Tanto para el que conozca mi obra poética como para el que se inicie en ella ahora tiene la ocasión de tener una visión total de ella. Es precisamente esa visión la que en su día destacó María Zambrano cuando dijo que mi obra respondía «a un ir paso a paso, a un proceso progresivo». De manera que los últimos libros tienen tanta razón de ser como los primeros. Hay que ver este volumen para comprender ese proceso que va del sentimiento al pensamiento.

-¿Quiénes son sus referentes poéticos?
-Desde el punto de vista del magisterio, por supuesto, Vicente Aleixandre y María Zambrano. Pero yo le debo mucho a otros autores. En mi adolescencia me marcaron muchísimo Antonio Machado, determinados autores clásicos, algunos poetas del área mediterránea desde los grecolatinos. Incluso también, más estrictamente, del área catalana, poetas como Espriu o Carles Riba, que ahora han caído en un cierto olvido. Conectaron muy bien con ese espíritu mediterráneo con el que ha dialogado mi obra.

-De su obra emana un gusto por lo clásico, ¿cómo cree que casa esta particular forma de pensar con la sociedad actual?
-La poesía que yo hago, la entiendo como una labor a contracorriente. Hoy en día predomina la imagen, lo rápido, la urgencia, lo novedoso. También en literatura, con el best-seller... La misión de la poesía es ir a contracorriente de esto y buscar un lenguaje intemporal. Un lenguaje que no sólo es el de hoy, sino también el de ayer y mañana. Cuando leemos a un clásico valioso podemos observar como su mensaje es permanente. Todos buscamos lo que Machado denominaba «una palabra en el tiempo».

Prolífico futuro
A punto de cumplir 65 años, Colinas no considera la idea de retirarse: «ni la cabeza ni el corazón de un poeta se puedan jubliar». Sin embargo, sí que planea imprimir un nuevo ritmo a su vida que implicaría, según sus propias palabras, reducir el número de viajes. Su principal objetivo, a nivel profesional, de cara a esta nueva etapa es «volver a la escritura en intimidad» y confía en que «sea una buena época para seguir escribiendo». Tampoco descarta la aparición de un cuarto Tratado de armonía pero mientras seguirá concentrado en sus labores de crítica literaria, que es en lo que ocupa la mayor parte de su tiempo actualmente.