La dramaturgia rusa, su literatura en general, han convertido en arte el pesimismo, el nihilismo, la inutilidad de la lucha. Esto, que ha dado personajes dramáticos de gran fuerza, dota a las comedias de un sabor agridulce. Es el caso de L'hort dels cirerers, pieza que se representa el sábado (21,30 horas) en Can Ventosa y última obra escrita por Anton Chejov, estrenada el día de su cumpleaños a pocos meses de su muerte, con un autor que fue ovacionado en el escenario cuando apenas podía tenerse en pie, devorado por la tuberculosis.
El dato no es irrelevante. El dramaturgo que era Chéjov sabía que se moría y, aún así, optó por la comedia para dar su último gran salto al panteón de los creadores geniales. Así, esta pieza puede interpretarse como un entretenido análisis del final de una familia de la aristocracia que ve cómo su patrimonio y estilo de vida se van a pique cuando deciden vender su propiedad para hacer frente a una hipoteca y convertir la casa familiar en un lugar de veraneo.
Pero también, tal y como resalta el director del montaje Julio Manrique, «es una obra sobre la infancia y sobre la muerte; no sólo la muerte de la aristocracia, de un sistema de vida, sino la muerte en un sentido más amplio». «Puede que sea sobre el hecho de que la vida es también una cadena de pequeñas muertes, de pérdidas», añade.
Los encargados de representar esta obra en el escenario ibicenco son los integrantes de la compañía Romea Teatre, dirigida por Calixto Bieito. Los protagonistas de este montaje coral, una versión sobre el original firmada por David Mamet, son viejos conocidos de la escena teatral barcelonesa, así como rostros famosos del panorama televisivo catalán.
Entre ellos destacan los veteranos Montse Guallar o Ferran Rañé, bien acompañados por David Selvas, Mireia Aixalà, Oriol Vila, Gemma Brió, Cristina Genebat, Oriol Guinart, Norbert Martínez, Sandra Monclús, Xavier Ricart, Enric Serra, Marc Aguilar y Eneko Rodríguez.