El actor Fergus Riordan, ayer, en el 'photocall' del certamen. | EVA MEDINA

El joven actor Fergus Riordan atendió ayer a los medios de comunicación antes de la proyección de la película que protagoniza, I want to be a soldier, y que es una de las candidatas de la sección oficial para recoger esta noche el Falcó d'Or. En un castellano perfecto, ya que reside con sus padres, británicos, en Madrid, el actor, que acaba de cumplir 13 años, confesaba que tras la vorágine de rodajes ahora quiere tomarse un tiempo de descanso para disfrutar con sus amigos. Y es que Riordan también participó, junto a Nicholas Cage, en la segunda parte de la saga de Ghost Rider (El motorista fantasma).

-¿Cómo ha sido su primera experiencia como protagonista?
-Fue un rodaje muy divertido. Era la primera película en la que era consciente de que lo que estaba haciendo era relevante. Hice una película con siete años, pero no me enteraba de nada. Todo el equipo me cayó muy bien y Barcelona es una ciudad muy bonita.

-Al ser bilingüe, le será fácil participar en producciones extranjeras, a pesar de residir en España...
-Si me escogen (risas).

-¿De mayor quiere ser actor?
-No lo tengo claro. Quiero mantener todos mis caminos abiertos y, sobre todo, seguir estudiando. Sigo estudiando en el cole, me gustan mucho las matemáticas, el arte en general y, de mayor me gustaría ser arquitecto, aunque no sé si lo lograré.

-¿Cómo es su personaje?
-Mi personaje empieza siendo un niño muy bueno de ocho años, cuyo amigo invisible es un astronauta, algo que lo identifica claramente como un niño bueno, que tiene fantasías y quiere viajar a la Luna. Después, se convierte en una persona distinta y ese cambio se evidencia a lo largo de la trama porque el espectador puede ver como pasa de ser un niño bueno a volverse un poquito loco.

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-¿A qué se debe ese cambio?
-El cambio llega cuando nace su hermano pequeño y sus padres, para que se calle, porque mi personaje requiere atención, le compran una tele para su habitación. Ellos no miran lo que ve, no se fijan en él y no le prestan atención. Entonces, ve mucha violencia en televisión y se le acaba subiendo a la cabeza.

-De alguna manera, ¿esta película es un toque de atención a los padres actuales?
-El equipo de la película tratamos de mandar el mensaje de que les presten atención, que controlen lo que miran en la tele o lo que ven en internet. Es tan fácil como poner un bloqueo en el ordenador para que no puedan ver todo lo que quieran.

-¿Sus padres se comportan así con usted?
-Sí.

-¿Le resultó difícil meterse en la piel de este personaje?
-Pensaba que me sería más difícil pero, con la ayuda de todo el equipo, de mi hermano mayor y de mis padres; no me resultó difícil. A veces me sentaba a solas con el director, Christian Molina y hablábamos con calma de cada escena. Él sabía muy bien lo que quería y supo como conseguirlo. El resultado me encanta.

-¿Qué diferencias ha percibido entre la industria de Hollywood y el cine independiente español?
-No es tan distinto pero claro, una se rodó en un gran estudio cinematográfico y la otra no tenía tanto presupuesto para gastar. Son experiencias distintas, pero enriquecedoras por igual.