Jesse Davis, durante su actuación el sábado.

Jazz con mayúsculas para la última noche. Una lección de maestría, conjunción y respeto por la música. Sobre el escenario del baluarte de Santa Llúcia, el pasado sábado, el saxofonista estadounidense Jesse Davis lucía una impoluta camisa blanca y sujetaba entre sus manos un brillante saxo alto. Tras él, un trío capaz de hacer las delicias de cualquier buen aficionado: Fabio Miano al piano, Esteve Pi a la batería y el contrabajo Ignasi González.

Sin partituras y sin una idea fija de hacia qué dirección les iba a llevar su actuación. Así arrancó el concierto estrella del festival Eivissa Jazz en su 24ª edición, y desde las primeras notas se notó que iba a ser una cita especial, una de aquellas por las que vale la pena subir año tras año a Dalt Vila esperando que la magia haga su aparición. Dice la crítica que Jesse Davis es el sucesor de Charlie Parker, mientras él defendía la pasada semana desde las páginas de este periódico que solo es un discípulo. Sea una u otra cosa, lo verdaderamente cierto es que Davis posee una profunda voz jazzística propia que le ha llevado a colaborar con grandes músicos pero también a impulsar sus propios proyectos. La larguísima interpretación del Voyage de Kenny Barron con la que se arrancaron en Santa Llúcia dio fe de ello.

«Hola Ibiza. Hermosa noche», dijo Davis al público mientras al mismo tiempo daba las gracias por el aire que aplacó el calor y por los «grandes músicos» que le acompañaban. Davis decía esto tras interpretar Blues for Sluggo, un tema propio dedicado al contrabajista Peter Washington («no le gustó nada –confesó Davis entre risas al finalizar el concierto-. ‘Me siento muy halagado’, me dijo Peter, pero no le gustó la nota en la que lo compuse»).

Con solo dos piezas, el cuarteto había liquidado más de veinte minutos de concierto. Los músicos podían desarrollar ampliamente cada frase, exprimiéndola y buscando todos sus recovecos. Escuchar a Miano, González y Pi era como estar en medio de un intercambio de opiniones, de una conversación que va de la broma a la reflexión entre almas que llevan años haciéndolo. Tras acabar sus intervenciones, Davis se retiraba respetuosamente del centro del escenario para que Miano, González y Pi mostraran claramente el porqué de su gran reputación musical. This Here, de ‘Bobby’ Timmons cerró una enérgica primera parte del concierto, que continuó con la hermosa balada Polka Dots & Moonbeans, que dio comienzo con una delicada introducción de Miano y finalizó sin acompañamiento Davis.

Locomotora de jazz

El siguiente protagonista fue Pi, responsable de un electrizante solo en Evidence, de Thelonius Monk, pieza que fue pasando de un inicio sincopado a momentos de vertiginosa velocidad. Cedar Walton también estuvo presente cuando el cuarteto interpretó Firm Roots para cerrar su actuación. La locomotora del jazz funcionaba a pleno rendimiento. Los músicos se sentían cómodos, como confesaría el propio Miano al bajar del escenario, y la sensación se transmitía a través de la música. «Vuestra energía es importante. La energía circula. Si disfrutáis de la música hacéis que nosotros disfrutemos más. Gracias por hacer de esta noche una noche maravillosa», dijo Davis con una amplia sonrisa antes de comenzar a tocar la pieza de Walton. Finalizada esta, el público aún quería más y el cuarteto se lo dio. Y nada más y nada menos que de la mano de Miles Davis y su The Theme y de Sonny Rollins y Sonnymoon for Two.

Los ojos del público brillaban como lo hacen cuando algo nos ha atrapado. Detrás del escenario el cuarteto se mostraba satisfecho y, sobre todo, contento por un concierto que ofreció lo que Davis prometía «blues, swing y jazz desde el corazón». Antes de retirarse (por segunda vez en la historia del festival, puesto que actuó junto a Tete Montoliu hace veinte años), el saxofonista señaló: «Buenas noches, aunque la noche empieza