El incendio se originó por un cortocircuito en las dependencias donde estaba el aceite, y el fuego se propagó con rapidez. | Quely

Uno de los peores momentos para Quely fue en agosto de 1993 cuando la fábrica de galletas de Inca quedó completamente arrasada a causa de un incendio. El fuego se originó por un cortocircuito en las dependencias donde estaba el aceite de oliva que, al prender, arrasó todo el edificio de 6.000 metros cuadrados. “Fue un completo desastre”, recuerda Gabriel Coll. Pero en los momentos difíciles siempre hay que saber avanzar. Así lo entendieron los responsables de la empresa galletera que en solo tres meses la reconstruyeron por completo.

La destrucción de la fábrica Quely originó algo que los empresarios nunca habrían imaginado: “La demostración de estima de Mallorca por Quely”, asegura Coll orgulloso. “Demostró que Quely no es solo una marca con unos consumidores, el incendio desató también unos lazos afectivos muy estrechos entre la sociedad mallorquina y Quely”, añade.

El consejero recuerda que recibieron una avalancha de cartas y muestras de cariño de los mallorquines y cómo, ante tal reacción, no pararon la producción de galletas aunque no tuvieran fábrica. “Panrico nos ofreció sus instalaciones para continuar haciendo quelis, pero nosotros optamos por Palma Pan, empresa que estaba dentro de nuestro grupo”, explica Coll todavía emocionado. “Jamás se paró la producción, es más, la gente empezó a comprar galletas de manera compulsiva como respuesta a una situación difícil para nosotros. No dábamos abasto y eso era también un orgullo”, prosigue.

A raíz de ese incendio Quely se reinventó, pero manteniendo su estructura de producción similar a la de siempre. Una de las apuestas de los últimos años ha sido su sistema de distribución, así como la idea de salir al exterior porque el mercado y el consumo también han cambiado. “Antes teníamos una capacidad de distribución con más de cien coches. Ahora no son necesarios tantos porque el 60% de la producción se va a las grandes superficies”, reconoce Gabriel Coll, a la vez que explica que en los años 90 tenían 12.000 clientes, conformados básicamente por colmados. “Hoy tenemos 3.000 clientes, pero más facturación”. El sistema de consumo ha cambiado y Quely se ha adaptado a la nueva demanda global.