Pruebas de antígenos en el centro de salud de Son Rullan. | Miquel A. Cañellas

Investigadores del Instituto Pasteur (Francia), la Universidad de Sao Paulo y la Fundación Oswaldo Cruz (Brasil) han documentado el caso de un hombre de 38 años que siguió dando positivo en COVID-19 menos durante 232 días. «De los 38 casos que rastreamos, dos hombres y una mujer fueron atípicos en el sentido de que el virus se detectó continuamente en su organismo durante más de 70 días», explica Marielton dos Passos Cunha, primer autor del artículo, que se ha publicado en la revista científica 'Frontiers of Medicine'. Esta no es la primera evidencia de que el virus puede permanecer activo durante más tiempo del esperado incluso en pacientes con síntomas leves. A principios de 2021, otros investigadores brasileños informaron de casos similares. Analizaron 29 muestras de secreción nasofaríngea de pacientes que dieron positivo en la prueba de COVID-19 al décimo día de la aparición de los síntomas y las inocularon en células cultivadas en el laboratorio.

En el 25 por ciento de los casos, los virus presentes en las muestras eran capaces de infectar las células y replicarse in vitro. Por tanto, en teoría, otras personas podrían infectarse si entraran en contacto con las gotitas de saliva expulsadas por el 25 por ciento de estos pacientes en el momento de la recogida del material. El riesgo parece ser aún mayor para las personas con sistemas inmunitarios comprometidos. En un artículo publicado en junio de 2021, estos mismos investigadores describieron un caso de infección que duró al menos 218 días. El paciente tenía unos 40 años y se había sometido a un tratamiento agresivo contra el cáncer antes de contraer la COVID-19. Además, un artículo publicado en la revista 'New England Journal of Medicine' a principios de diciembre de 2020 informaba del caso de un hombre inmunodeprimido de 45 años con un trastorno sanguíneo autoinmune en el que el virus siguió replicándose durante 143 días. Y un artículo publicado en 'Cell' a finales de diciembre esbozaba el caso de una paciente con leucemia en la que el virus siguió replicándose durante al menos 70 días, aunque no presentaba síntomas de COVID-19. En este nuevo estudio, la diferencia entre mujeres y hombres en cuanto a la duración de la actividad viral no fue significativa (con una media de 22 días y 33 días respectivamente).

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En cuanto a los tres casos atípicos, el virus permaneció detectable durante 71 días en la mujer y 81 días en uno de los dos hombres. Ninguno de ellos presentaba comorbilidades y todos tenían síntomas leves de COVID-19. El otro hombre siguió dando positivo para el coronavirus durante 232 días (de abril a noviembre de 2020), tras lo cual dio negativo tres veces por PCR. Tiene VIH, el virus que causa el sida, desde 2018, pero no tiene carga viral detectable gracias a la terapia antirretroviral. «El hecho de que sea seropositivo para el VIH no significa que sea más susceptible a otras infecciones, ya que se ha sometido a la terapia desde que fue diagnosticado. Su capacidad de respuesta a una infección por otro agente es comparable a la de cualquier otro individuo, y de hecho respondió al coronavirus cuando se infectó. No está inmunodeprimido, como los pacientes de cáncer, las personas con enfermedades autoinmunes o los trasplantados, por ejemplo», explica Paola Minoprio, una de las líderes del trabajo.

Según los investigadores, su condición de seropositivo no explica la larga duración de su infección por coronavirus. Habría que comparar a muchos pacientes infectados simultáneamente por el VIH y el SARS-CoV-2 con un grupo de control adecuado para ver si algún rasgo genético o inmunitario del huésped podría estar asociado a una excreción viral tan prolongada. El paciente se sometió a pruebas semanales que detectaron la persistencia de la infección, y se secuenciaron periódicamente muestras del virus para demostrar que no se trataba de un caso de reinfección y que el virus no sólo seguía replicándose, sino que estaba mutando.

Se trazaron las estrategias utilizadas por el virus para escapar del sistema inmunitario durante la infección, mostrando que la carga viral disminuía cuando había más anticuerpos neutralizantes, y que el virus era capaz de burlar las defensas del organismo para volver a acumular la carga. El ciclo se repetía, forzando la producción de más anticuerpos hasta que la carga viral volvía a reducirse. «Es importante observar a pacientes como éste porque podemos aprender más sobre cómo muta el virus y qué mutaciones pueden dar lugar a variantes preocupantes», apunta Cunha. El paciente del estudio estaba infectado por el linaje B.1.1.28, también llamada P1, que entró en Brasil a principios de 2020. Los investigadores no detectaron mutaciones en el virus aislado del paciente que pudieran justificar su clasificación como más transmisible o más resistente al sistema inmunitario.