Arresto de una manifestante durante las protestas en Rusia que sucedieron al anuncio del presidente Putin. | Reuters

Las palabras de Vladímir Putin acompañando el anuncio de la movilización forzosa de 300.000 rusos para combatir en Ucrania fueron especialmente significativas. Catorce minutos cargados de implicaciones en los que una idea fuerza prevaleció por encima del resto: Rusia corre un peligro real y cierto a manos de Occidente, que intenta por múltiples medios destruirla. Para muchos analistas lo que en verdad corre peligro es el sostenimiento de la ocupación en las regiones de Ucrania invadidas por el ejército ruso desde el inicio de la ocupación, iniciada el pasado 24 de febrero.

Si Rusia no apresa el botín de guerra señalado por Putin será complicado que su proyecto definitivo llegue a buen puerto. Este es, según sus propias palabras, dar paso a un nuevo encaje de la política internacional que no esté capitalizado por Estados Unidos como primera potencia mundial. Su ansia imperialista en casa del vecino puede interpretarse como un esfuerzo por mostrarse a ojos de la opinión pública mundial como un agente fuerte, temible. «Esto no es un farol», recalcó en su declaración televisada. Y para intimidar, nada mejor que agitar la amenaza nuclear si Occidente persiste en su intento de desnaturalizar Rusia o amputarla.

Pese a impugnar el sistema de relaciones internacionales vigentes, los representantes rusos no han dejado de asistir a la cumbre de Naciones Unidas en Nueva York, quizás para trasladar de esta forma una imagen de compromiso con la seguridad global ante otros actores internacionales que no es exactamente la que se traslada a través de los medios de comunicación occidentales. Como cuando en su última cumbre en Samarcanda Putin y el presidente chino Xi Jinping suscribieron una declaración que apoyaba el diálogo como medida para resolver conflictos. Exactamente la vía opuesta a la tomada en Ucrania.

Putin ha hablado en numerosas ocasiones en público de la multipolaridad hacia la cual, según su opinión, ya camina el mundo a pesar de la resistencia de algunos, eminentemente de Estados Unidos, y de su mano Reino Unido y la Unión Europea. El papel de Londres en este contexto tras reasumir su soberanía al completo tras el Brexit no deja margen a la duda. La nueva premier Liz Truss aseguró, tras el anuncio de Putin, que permanecerán al lado de Ucrania todo el tiempo que haga falta. Igualmente, la Casa Blanca ratificó que jamás reconocerán los referéndums ilegales y hasta criminales en los territorios manchados por la sangre de la guerra.

Mientras Putin acelera en su intento por alumbrar un nuevo marco de relaciones internacionales con su golpe encima de la mesa ucraniana, incluso a pesar de suscitar temor y tensiones dentro mismo de sus propias fronteras, China apela a un diálogo al que ni siquiera los propios ucranianos dan crédito en este momento de avances militares. Más rusos empiezan a percibir con mayor intensidad en su piel la incertidumbre que hace tiempo se extendió por buena parte del mundo. Si las aguas no vuelven a la calma con prontitud los europeos de a pie lo sufrirán de un modo u otro. Y los rusos y ucranianos seguirán pagando las ansias de Putin con sus vidas.