El turismo debería ser una parcela donde tendría que estar prohibido hacer política partidista. No es de recibo que la Agencia Balear de Turismo, que se financia con el dinero de todos los ciudadanos de Balears, no tenga en cuenta a las Pitiüses en sus actos promocionales. El conseller de Turisme, Jaime Martínez, debería hacer todos los esfuerzos políticos necesarios para alcanzar acuerdos con todas la islas y evitar asi el espectáculo que se vivió en la ITB de Berlín cuando los representantes de Formentera se negaron a fotografiarse con ningún miembro del Govern.

Promoción acertada. Eivissa y Formentera ya acuden conjuntamente a las ferias de forma separada y parece que esta política promocional está dando buenos resultados. Sin embargo, esta decisión de ir por libre no debería impedir que el estand de Balears, que se paga con fondos de todos los ciudadanos de las Islas, no tenga en cuenta a las Pitiüses. No puede ser, como se queja el presidente del Consell de Formentera, Jaume Ferrer, que el estand de Balears se limite a promocionar a Mallorca y, de manera muy secundaria, a Menorca. De las Pitiúses no hay rastro.

Más cintura política. El conseller de Turisme, Jaime Martínez, debería tener más cintura política y lanzar puentes con Formentera. No es posible que no haya ni la más mínima intención de negociar el traspaso de las competencias de Formentera, un problema que, además, se agrava con la decisión de la Agencia Balear de Turismo de no promocionar las Pitiüses. Tampoco estaría de más que Vicent Serra, que se molesta por el hecho de que el president Bauzá llegue dos minutos tarde a la presentación de Ibiza en la feria de Londres, se una a las reivindicaciones de Ferrer por el bien de las Pitiüses. Hay que insistir en que la Agencia Balear de Turismo tiene un presupuesto muy importante y que está para la promoción de todos los destinos de Balears, no solo de Mallorca. Con acciones como esta aumenta la distancia entre las islas y crece el antimallorquinismo que, con razón o sin ella, se vive en las Pitiüses. Filias y fobias aparte, la promoción turística debería estar al margen de la disputa política.