Existe la creencia entre los políticos de que si una institución acaba con superávit el ejercicio, es decir, si no se gasta todo el dinero que ha presupuestado, es que el político ha gestionado mal el dinero público. En cambio, hasta hace poco era lo más normal del mundo acabar el año con déficit (gastar más de lo que se tiene presupuestado) y seguir incrementando la deuda bancaria, además de dejar de pagar a los proveedores. Estas políticas (déficit disparado e incremento del endeudamiento financiero) ha llevado a las instituciones prácticamente a la ruina. Sin embargo, la tendencia está cambiando y los ayuntamientos empiezan a ser conscientes de que hay que reducir deuda para poder destinar el dinero de los intereses bancarios a inversiones.

La mitad de deuda. Un informe sobre la deuda de los ayuntamientos de Eivissa ha demostrado que en un año la situación ha cambiado radicalmente. Los ayuntamientos ibicencos acumulaban en 2013 una deuda total de 109 millones. A finales de 2014, el endeudamiento bancario se había reducido a 59 millones, es decir, casi a la mitad. En esta política de reducción de la deuda destaca el caso de Sant Josep, que ha reducido su endeudamiento esta legislatura en un 25 por ciento.

La deuda, un lastre. La crisis económica ha obligado a los políticos a cambiar la forma de gestionar. La izquierda pide mayor gasto público y ha criticado con dureza las políticas de austeridad, pero quizás no han tenido en cuenta que este esfuerzo presupuestario se tiene que ejecutar de dos formas: mayor deuda bancaria o incremento de impuestos. Parece lógico que los ayuntamientos reduzcan su endeudamiento y el dinero que ahora destinan a pagar intereses pueda utilizarse en el futuro para hacer inversiones que, al final, implica la creación depuestos de trabajo. Precisamente, el gran problema de estos años ha sido que las instituciones apenas han hecho inversiones porque tenían lo justo para pagar los créditos. El tiempo sitúa las cosas en su sitio y se ha demostrado que la deuda es un lastre para las instituciones. La deuda bancaria tendría que servir para hacer inversiones urgentes y extraordinarias, pero no para que los políticos se pongan medallas que al final pagamos entre todos.