La Cumbre de las Américas que se celebra en la ciudad de Panamá ha sido el escenario elegido para formalizar el nuevo capítulo de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, países que han decidido reanudar las relaciones diplomática interrumpidas desde 1961. Barack Obama y Raúl Castro ya han mantenido un primer encuentro telefónico mientras sus respectivos responsables de asuntos exteriores, John Kerry y Bruno Rodríguez, respectivamente, mantuvieron el pasado viernes una charla con sus respectivos asesores sin que trascendiese el contenido de la conversación. Son los gestos de la distensión de dos vecinos en las antípodas ideológicas, el capitalismo y el comunismo.

El fin del bloqueo. Obama, no sin reticencias internas y del poderoso lobby del exilio cubano, ha decidido poner las bases de un nuevo clima en las relaciones bilaterales con Cuba, marcadas por un bloqueo económico que sufren los cubanos desde hace décadas, cuyas consecuencias se han agravado desde la desaparición de la Unión Soviética y la crisis de Rusia; el aliado más poderoso del castrismo. Todavía es una incógnita el proceso de acercamiento que seguirán ambos países ni los efectos que tendrá la apertura económica del régimen cubano del que, muy probablemente, se beneficiarán las cadenas hoteleras de Balears que hace años que apuestan por el futuro turístico de la isla caribeña.

La sombra de Venezuela. El acercamiento entre Estados Unidos y Cuba corre en paralelo a nuevo episodio del enfrentamiento con Venezuela, que ha perdido un importante aliado en su cruzada contra los americanos. En todo caso, la Cumbre de las Américas de este año está poniendo de manifiesto que Washington está tratando de recuperar presencia, y poder, en los países sudamericanos. Esta nueva etapa plantea, todavía, numerosas incógnitas, pero la distensión entre EE UU y Cuba abre nuevas posibilidades de entendimiento en la zona que no pueden ser desaprovechadas.