Hace ya diez años que España aprobó una ley que legalizaba el matrimonio entre personas del mismo sexo, un texto que equiparaba, en términos globales, los derechos de las uniones de heterosexuales con las de homosexuales y que suponía el fin de una discriminación basada en prejuicios morales y religiosos sostenidos durante siglos.

Transcurridos dos lustros, en nuestro país se celebran miles de matrimonios integrados por hombres o mujeres con total normalidad. Y lo que todavía es más trascendental, aceptados con normalidad por el conjunto de la sociedad. Éste es el gran avance que ha supuesto aquella ley que promovió, no sin polémica, el Gobierno socialista que presidió José Luis Rodríguez Zapatero.

Equiparar derechos.

En una jornada en la que se conmemora el Día del Orgullo Gay, el aniversario del matrimonio homosexual adquiere una especial trascendencia en lo que ha supuesto la visibilidad de una realidad, derivada del ejercicio de la libertad individual, que el Estado se negaba a admitir, presionado, en buena medida, desde los estamentos religiosos. Cada año se celebran en las Islas centenares de matrimonios de hombres y mujeres sin que ello, por fortuna, genere ningún tipo de rechazo social. Por desgracia, la situación de España no está generalizada y todavía son muchos los países que no quieren reconocer este tipo de uniones, aunque Estados Unidos ha sido el último en salir del club de estados homófobos. Negar la posibilidad del matrimonio entre personas del mismo sexo es atentar contra el derecho a la libertad individual y la intimidad personal.

La reivindicación continúa.

Las manifiestaciones por el Día del Orgullo Gay confirman que todavía es preciso acabar con las expresiones de odio y violencia de las que son objeto los homosexuales, tanto hombres como mujeres, dentro y fuera de nuestro país. Una jornada como hoy nos recuerda que la discriminación sigue latente.