El lider de Podemos, Pablo Iglesias, no puede disimular su euforia tras el debate televisivo del pasado lunes. Desde diferentes ámbitos se le dio como uno de los vencedores. En su mitin de ayer tarde en el Palma Arena, ante una multitud de seguidores, demostró su estado de ánimo con un discurso encendido e implacable contra la corrupción. No tenía marco mejor para hacerlo porque este velódromo ha sido uno de los detonantes de la gran traca de escándalos que han envuelto al PP en los últimos años.

Iglesias avanza. Todo indica que Iglesias está consiguiendo hacer crecer a su formacuión en expectativa de voto. Pero si lo logra es a costa del PSOE, con el que últimamente se muestra agresivo. Cada voto que gana aleja a Pedro Sánchez de convertir a su partido socialista en la formación más votada. Ello quiere decir que un debilitado Rajoy puede lograr su objetivo de mantenerse en Moncloa. Ciudadanos no tendrá otro remedio que apoyarle mientras las dos formaciones de izquierda se devoran su propio terreno. Iglesias es un consumado maestro a la hora de conectar con su electorado. Domina los espacios llenos de gente y, sobre todo, los platós de televisión, pero su fuerza es directamente proporcional a la debilidad socialista. Por mucho que la irrupción de Podemos sea espectacular en las Cortes, no está claro que ello suponga un giro político hacia la izquierda en España.

Los mensajes que gustan. Podemos sabe conectar con su gente. Lo demostró el hasta ahora juez Juan Pedro Yllanes al ironizar sobre los jardines de Marivent y su esperanza de que el pueblo pueda entrar algún día en el interior del palacio. El acierto de esta formación de nuevo cuño es el feeling que demuestra con su clientela electoral. Lanzan mensajes concisos e ilusionantes. Y cada vez son más centristas en sus estrategias. Tienen muy lejos la victoria electoral, por eso pueden hablar sin complejos, sabedores de que están en la génesis de su desarrollo como partido de masas.