El Índice de Desarrollo Humano (IDH), un estudio de las Naciones Unidas que abarca 194 países, analiza los parámetros de Balears para situar la Comunitat en el puesto 33, muy alejada de la zona de cabeza e incluso por debajo de la media estatal. El dato resulta sorprendente cuando las Islas se sitúan como uno de los destinos turísticos europeos preferidos y Palma, incluso, es una de las ciudades ‘ideales’ para vivir. El entorno es, en realidad, inmejorable. Clima, paisaje, cultura... son elementos que acaban desdibujados cuando se profundiza en la calidad de los servicios y, de manera muy especial, en la educación. Es entonces cuando afloran las carencias.

El fracaso escolar.
Factores positivos como el nivel de renta o la esperanza de vida en Balears quedan neutralizados, según el IDH, por la enorme tasa de abandono escolar que registra el sistema educativo. Este fenómeno se repite con insistencia desde hace años sin que los gestores públicos hayan logrado contrarrestar el efecto llamada que tiene, para nuestros escolares, la demanda laboral del sector turístico. La mano de obra sin apenas cualificación profesional se ha convertido, por desgracia, en un enorme agujero negro que engulle a miles de jóvenes que abandonan su formación. Este proceso no se logra detener a pesar de los anuncios reiterados que se hacen en este sentido. Es preciso admitir el fracaso para lograr una solución eficaz al problema.

Cambio de estrategia.
El pésimo IDH que obtienen las Islas resulta chocante. Es posible que pueda discutirse su metodología de cálculo, pero de lo que no cabe duda es que hace aflorar una grave deficiencia en nuestra estructura social y de consecuencias nefastas en el futuro. Ampliar la capa de trabajadores sin formación garantiza dificultades añadidas en los tiempos de crisis y recesión, cuando el mercado laboral se vuelve más exigente con los demandantes de trabajo.