La fallida moción de censura en Murcia es el último episodio protagonizado por Ciudadanos, una formación de corte liberal que ha entrado en una seria fase de descomposición interna fruto –entre otras razones– de los errores tácticos de sus dirigentes en el pasado y los posteriores fracasos electorales. El partido que aglutinó al electorado constitucionalista de Cataluña y que entró con éxito en la escena política estatal de la mano de Albert Rivera se diluye, bajo la dirección de Inés Arrimadas, por la acumulación de derrotas en las urnas y la incapacidad de cohesionar su representación institucional. Lo ocurrido en Murcia y Madrid ha llevado al colapso de Cs sin que se adivinen posibilidades para su recuperación.

La horfandad del centrismo.
Arrimadas no ha querido asumir ninguna responsabilidad directa por lo ocurrido en Murcia, sus consecuencias en Madrid y que se suma al hundimiento en las últimas elecciones autonómicas en Cataluña. La tendencia lleva camino de extenderse a Madrid, según los sondeos. Mientras, sus representantes institucionales protagonizan un goteo de abandonos –en el Senado ha perdido el grupo propio– que la dirección es incapaz de detener. El espacio del centro político en nuestro país vuelve a quedar a disposición de otras formaciones, tanto de la derecha como de la izquierda.

Estabilidad en Baleares.
Ciudadanos no tiene mucha incidencia en la gobernabilidad de Baleares en su conjunto, si bien es cierto que forma parte de un gobierno estable en el Consell d’Eivissa y en Sant Antoni. Es una circunstancia que le permite mantener una aparente estabilidad aunque el trasvase de militancia también le afecta. La actual coordinadora en las Islas, Patricia Guasp, trata de mantener un perfil propio del partido. Es una tarea ahora muy complicada cuando la imagen global está tan dañada. Los próximos meses serán determinantes para calibrar la magnitud de la caída de Ciudadanos, una experiencia válida pero lastrada por sus dirigentes.