Balears es de las pocas autonomías que logra salvar los muebles en materia de desempleo durante el primer trimestre del año, un período siempre complicado en materia de empleo y de manera más significativa en las regiones con una elevada tasa de temporalidad en la actividad económica. En su conjunto, las Islas han conseguido estabilizar los datos del paro gracias a una cada vez más perceptible desestacionalización –la oferta de alojamiento urbano no deja de crecer– y al adelanto de la temporada turística; ambos factores acaban teniendo un lógico impacto en el Producto Interior Bruto (PIB) que ya está superando los índices previos a la pandemia.

Los problemas añadidos

Las posibilidades de encontrar empleo en las Islas son un polo de atracción migratoria indiscutible, reactivado en la misma medida que se aleja la crisis provocada por la COVID. Estos movimientos poblacionales generan problemas en materia de servicios públicos básicos por la incapacidad de atender la demanda creciente, además de agravar cuestiones como la escasez de vivienda a precios asequibles en el conjunto de la Comunitat. Se crean más puestos de trabajo en Balears, pero la masa de parados –un 18,14 por ciento– supera la media estatal; un aparente contrasentido que debería provocar una seria reflexión social para tomar medidas con las que atajar esta perversa dinámica.

Con todo, un buen año

La fortaleza del sector terciario permite augurar un buen balance económico para Balears al final de 2023, generar empleo es generar riqueza en la medida que favorece la inversión y el consumo. Esta situación coyuntural tan favorable no debería ser un pretexto para seguir aplazando el debate en profundidad del futuro esquema económico en el que deben situarse las Islas a medio y largo plazo, la inquietud y preocupación de la sociedad balear crece en base a la perpetuación de las situaciones críticas que podrían resumirse en la sensación de colapso.