Antoni Marí Calbet en una imagen cedida por el Arxiu d'imatge i so del Consell Insular d'Eivissa. | Josep Buil Mayral

Las Pitiusas perdieron ayer al presidente Marí Calbet. Procedente de la familia de Can Bosquets de Sant Vicent de sa Cala, Antoni Marí Calbet será recordado como el ibicenco que era capaz de poner firmes a los políticos mallorquines a base de golpes sobre la mesa. Un carácter y un temperamento que con su marcha de la política a menudo se echó en falta en los líderes que le sucedieron. «Tengo fama de muy autoritario y de que grito, pero no es verdad. Quizás alguna vez di algún puñetazo sobre la mesa, pero no me hacía falta. Todo lo que le pedía a Gabriel Cañellas me lo concedía. Al principio los mallorquines se enfadaban, pero al final no me importaba y bastaba con pedírselo para que me dieran lo que pedía, que eran cosas lógicas», aseguró Marí Calbet en el programa Sa Cadira en noviembre de 2015, una de las últimas entrevistas que concedió.

Pero Marí Calbet fue mucho más que un político combativo contra el centralismo mallorquín y supo ganarse el cariño de los ibicencos, tanto de los que le votaron como de los que no. Ginecólogo de profesión, entró en política de la mano de Cosme Vidal, el primer presidente del Consell d’Eivissa i Formentera. «Siempre tuve claras mis ideas, pero nunca pensé en dedicarme a la política. Cosme Vidal vino a verme a mi despacho y me dijo que sólo había que dedicarle una hora cada 15 días. Al final estuvo 24 años e hice más amigos que enemigos, estoy contento», recordaba un Marí Calbet que inauguró la actual sede del Consell d’Eivissa de la avenida España: «Decían que mi despacho era más grande que el de Clinton y que aquello era faraónico. A los dos años de irme yo ya no cabían».

Marí Calbet, nacido en 1932, vivió desde el final de la Guerra Civil, en 1939, hasta cumplir los 27 años en el número 24 del paseo de Vara de Rey. Allí jugaba a fútbol, a las canicas cuando aún no estaba asfaltada la calle y desde los tejados lanzaba piedras a los chicos de los otros barrios de la ciudad. «Íbamos contra los de sa Penya, los de sa Riba y los de Dalt Vila. Mi madre una vez me tocó la cabeza y notó todas las costras de las heridas. Se pensó que estaba enfermo, pero yo le dije que eran de las pedradas que me daban», explicaba Marí Calbet.

Como médico, pasó diez años en el entonces Congo Belga, donde se encargó de la campaña mundial de la vacunación contra la viruela: «Estuve probando toda clase de vacunas para ver cuál era la mejor. Estudié por qué los africanos que tenían la cicatriz de la vacuna desarrollaban la viruela. Estuve un año de campaña pero como le había prometido a mi mujer que volveríamos y ya teníamos hijos que iban al colegio, decidimos volver».

Tras haber presidido el Consell d’Eivissa i Formentera entre 1987 y 1995, Marí Calbet anunció que se retirada de la política. Sin embargo, las disputas internas en el PP a la hora de elegir candidato a las elecciones de 1999 provocaron que Marí Calbet volviera a presentarse como cabeza de lista. Y perdió ante una jovencísima abogada que tres años antes había conseguido arrebatarle a la derecha el senador pitiuso, Pilar Costa.

Estuvo en la oposición y se jubiló como médico y la vida le deparó dos duros golpes en sus últimos meses: la muerte de su hija Virginia y la de su esposa, Maryse hace apenas cinco meses. Ya está con ellas.