El debate sobre el estado de la Nación se cerró ayer con un desarrollo menos espectacular: el de la aprobación de las resoluciones consecuentes con el propio debate de anteayer y la mayoría parlamentaria que las propició. Pero el debate en sí se había celebrado el día anterior, aún con la resaca de la campaña electoral, las votaciones, los resultados provisionales y las expectativas de pactos para resolver las cuestiones pendientes.

La doble sesión ha venido un poco a contrapelo, especialmente porque el primer partido de la oposición, los socialistas, presentó el tercer oponente al señor Aznar en la misma legislatura. Y por el hecho de que catalanes y vascos, éstos más que aquellos, han reconsiderado sus posturas de apoyo y oposición al Partido Popular. Todo esto lo recogió el jefe del Ejecutivo, que aprovechó la circunstancia.

Y que mandó un mensaje muy claro que, de rebote, nos afecta a Balears: hemos tocado el techo competencial y, en consecuencia, económico a juicio del Gobierno, el español, por supuesto, porque vascos, catalanes y hasta canarios tienen mucho que decir. Y esperemos que los baleares, en lo que queda de legislatura y a partir de las próximas elecciones generales, se sumen a las reivindicaciones de las comunidades autónomas, sean o no históricas.

Así que, sin repetir el sonsonete de que España va bien, el señor Aznar desglosó, en un discurso plano, las razones que, en su opinión, demuestran que la nación española funciona perfectamente, en especial en el plano económico. El debate ni fue consecuencia de las recientes elecciones ni prólogo de las próximas. Y un dato confirmado: Anguita no aprende ni quiere aprender. Para él, ni los desastres electorales le apean de las nubes.