El consumo de drogas de diseño no está tan castigado socialmente como el de estupefacientes más agresivos, como la heroína o la cocaína. Quizá se deba al desconocimiento que los ciudadanos tienen sobre los efectos que este tipo de «pastillas» pueden llegar a tener. Y, tal vez, porque la edad de consumo es tan temprana que puede parecer una tontería característica de los adolescentes, sin demasiadas consecuencias para su desarrollo posterior. Craso error. Nuestras islas, bien sea por la masiva afluencia de turistas, bien por el elevado nivel económico de que gozamos o por la proliferación de locales de ocio nocturno, se han convertido en paraísos para el éxtasis, las anfetaminas y demás. Tanto que en Balears el consumo duplica al del resto del país y alcanza prácticamente al nueve por ciento de la población.

Pero eso no es todo, pues también nuestro archipiélago se ha convertido en líder nacional en cuanto a consumo de drogas «duras» y nada menos que un doce por ciento de sus habitantes esnifa cocaína de forma habitual. El asunto es grave. No, gravísimo, pues el inicio de estas costumbres se adelanta a los quince años, una edad en la que los muchachos y muchachas no son más que niños de cierta estatura y organismos en pleno desarrollo que toleran mal este tipo de agresiones.

Lo difícil es establecer los motivos de estas conductas en chicos que lo tienen todo y, aún más, las alternativas y las soluciones al problema. Balears es una comunidad rica y quizá ahí esté el quid de la cuestión, en que la abundancia material nos ha llevado peligrosamente a abandonar otros valores. Los jóvenes se preocupan únicamente de vivir deprisa, de forma hedonista y, a la larga, de ellos depende el futuro de esta tierra. Así que urgen medidas contundentes por parte de padres, educadores y autoridades.