La larga y difícil cumbre europea celebrada en Niza ha acabado sin pena ni gloria, pues el primer y más importante de sus logros se limita al hecho de que ha habido un acuerdo, aunque no satisfaga demasiado a nadie. Para España las cosas no han ido del todo bien y, nada más conocerse el texto pactado por los Quince, la oposición en pleno se ha despachado a gusto para criticar la estrategia llevada a cabo por el Gobierno de Aznar y los resultados obtenidos, con calificativos tan expresivos como «fracaso», «fiasco» o «nos quedamos en Segunda División».

En Niza se debatía algo importante: la reordenación de las instituciones europeas de cara a la futura ampliación de la Unión a 27 miembros. La clave está en que esa ampliación se hará hacia el Este, es decir, en el área de influencia alemana. Por eso la lucha más feroz se ha establecido entre Francia y los germanos, en una carrera por convertirse en el país más poderoso de la Unión. Ha vencido Alemania, al conseguir un mayor poder de bloqueo, aunque muchos creen que entre ambos países existe una «entente cordiale» para el reparto de poder en el eje franco-alemán.

Las aspiraciones españolas en esta cumbre eran dos: entrar en el privilegiado grupo de los «grandes» "Alemania, Francia, Italia y Reino Unido" y conseguir el derecho de vetar proyectos.

No ha logrado ninguna de las dos, aunque ha mantenido su número de votos por población, cuando otros países han perdido algunos. Así las cosas, los observadores concluyen que España se queda con el mismo peso específico en la toma de decisiones europeas que tenía en 1986, cuando entró en la entonces Comunidad Europea. Lo que significa que veinte años de intentos por llegar a la línea de meta "Europa se ampliará en el 2004" no han servido de casi nada, o de nada.