Un día después del último atentado etarra, que costó la vida a un concejal popular en Catalunya, miles de personas se han echado a las calles para reclamar, una vez más, el fin de esta absurda carrera de crímenes y violencia sin sentido. Allí estaba el presidente del Gobierno, José María Aznar, junto a otros líderes políticos, como el líder de la oposición, José Luis Rodríguez Zapatero, y el president de la Generalitat, Jordi Pujol. Ante el dolor y el claro sentimiento de desesperación que vive la sociedad entera cada vez que la banda armada actúa, el presidente Aznar pidió a los ciudadanos que la preocupación no se convierta en desánimo. Demasiado tarde, tal vez, porque hace mucho que los españoles han caído en el desánimo respecto a una posible solución del problema terrorista.

Al menos en las últimas semanas se ha producido una novedad, la firma del pacto antiterrorista de PP y PSOE "un mensaje a los asesinos para decirles que, gobierne quien gobierne, nunca conseguirá sus objetivos políticos", que ha venido a romper un poco el ambiente de dejadez que mantenían los políticos de los distintos partidos respecto al tema. Ahora parece que Izquierda Unida está dispuesta a firmar ese documento siempre que el texto se modifique para dar cabida a sus propias propuestas. Y también se van a producir reuniones con los nacionalistas catalanes para invitarles a formar parte del pacto, del que se quedará fuera el PNV, por considerarlo «excluyente».

Así las cosas, el panorama vuelve a la siniestra realidad del tiro en la nuca, del coche-bomba, de la amenaza y del secuestro. Parece que el mensaje popular-socialista ha surtido efecto. Lo que hace falta ahora es que el resto de los partidos abra sus brazos a la negociación política para alcanzar el necesario consenso contra el terror.