Era de esperar que el líder del Partido Popular, Mariano Rajoy, quisiera algún día diseñar un equipo a su medida en un partido que heredó directamente conformado por su antecesor y mentor, José María Aznar. Antes de celebrar el congreso de junio en Valencia, ha querido dar algunos pasos para crear ese círculo de máxima confianza que le ayude a auparse hasta el poder en una próxima cita electoral, lo que ha provocado inevitables tensiones internas.

Eduardo Zaplana y Àngel Acebes "que se quemaron políticamente tras su penosa intervención en el 11-M" han dado el portazo y han cerrado su etapa política, dejando a Rajoy como único aznarista en la cúpula de la formación. Ya se veía venir la marcha de Zaplana, al ser sustituido en su cargo de portavoz parlamentario por la joven Soraya Sáenz de Santamaría, muy próxima a Rajoy. También era previsible la retirada de Acebes. Estaba claro que no iba a repetir como secretario general. Ahora pasa a ser diputado raso, como Zaplana durante un brevísimo período de tiempo, pero no se descarta que pueda abandonar en un futuro próximo la actividad política para dedicarse al mundo de los negocios, también como ha hecho su compañero Zaplana.

La salida de estos dos pesos pesados ha causado inquietud en la vieja guardia del PP, que ya reclama a Rajoy que no espere al congreso para decir quiénes formarán su equipo. El presidente del PP sabía que tenía que prescindir de Acebes y Zaplana para renovar el partido, pero que no le va a resultar fácil. El sector más conservador del PP, con un vigilante Aznar al acecho, y con fuerte apoyo mediático, no se lo va a perdonar y esperará cualquier error que cometa para pasarle factura. El reto de Rajoy es dar un nuevo impulso al PP para hacer una oposición contundente al Gobierno de Zapatero pero sin caer en los radicalismos de la pasada legislatura. Sólo así, neutralizando a los grupos más ultraconservadores, podrá conseguir el apoyo y los votos de los sectores más moderados, imprescindibles para recuperar el poder.