La abrupta crisis en la que nos han metido ha tenido un efecto sorprendente: el pánico nos lleva a quedarnos en casa y a no gastar. Las ventas de coches se han desplomado en el mundo entero y el dato negativo afecta a todas las marcas y modelos. Lo que significa quizás que antes de la debacle financiera nos lanzábamos a comprar coches aun sin necesitarlo, por gusto, por capricho o lo que sea. Ahora seguimos sin necesitar un coche nuevo y nos aguantamos sin comprarlo. Y lo mismo es aplicable a prácticamente todos los productos que uno puede comprar. No los necesitamos. No son urgentes y podemos pasar sin ellos. Muy a nuestro pesar estamos descubriendo que sí hay otra forma de vivir, más austera, sin andar siempre con la tarjeta de crédito en la mano dispuestos a fundir lo poco o lo mucho que tengamos.
Editorial
Del consumismo feroz a la austeridad total
09/02/09 0:00
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