Aunque sólo es un espejismo que refleja el paréntesis del verano, la Encuesta de Población Activa del tercer trimestre del año muestra un ligero resquicio de luz en este túnel de la crisis, que se aventura largo y oscuro. Ya lo dicen desde el Gobierno, no hay que confiarse, todavía queda mucho sacrificio por delante. Pero aun así reconforta saber que durante esos tres meses el paro no creció más, de hecho bajó un poquito, apenas en 14.000 personas, que representan una gota en ese océano de más de cuatro millones de parados que soporta el país.

En vista de la situación, el Gobierno acaba de aprobar una ampliación del PlanE para 2010, que intentará seguir frenando la sangría de empleo en el sector de la construcción. Para el ciudadano quizá no sea una buena noticia, pues supone que las calles de todas las ciudades y pueblos volverán a llenarse de obras, pero las empresas del sector, condenadas masivamente a la desaparición tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, valoran muy positivamente la experiencia. En su opinión, el Fondo Estatal de Inversión Local ha generado 420.000 puestos de trabajo y ha financiado 30.000 proyectos con una inversión de más de 5.000 millones de euros.

Será un buen vendaje para la herida en el sector, aunque desde la derecha se critique el «despilfarro» público. ¿Cuál es la alternativa? ¿Condenarles a la desaparición, con los despidos en masa que eso supone? De momento, y en una situación extraordinaria como la que estamos viviendo, no parece que haya otro tipo de medidas que se puedan tomar de forma rápida y eficaz. Ya vendrán tiempos mejores, cuando se estabilice la economía, vuelva a crecer el empleo y se generen nuevas empresas. Entonces se podrán bajar los impuestos.