Sálvese quien pueda. El acabose. El rien ne va plus. La leche en verso. Cualquier epíteto es válido a la hora de definir lo que está pasando en esta isla con respecto al mamoneo del alquiler de casas ilegales, barcos pirata convertidos en hoteles, taxistas primos de los barcos, fiesteros ilegales, party boats - osea, bacanales y borracheras en barcos cuya actividad es ilegal-, beach party (o quizás mejor dicho bitch party) - esto mejor no lo traduzco por si hay niños cerca -, prostitución a mansalva en los lugares mas emblemáticos y conocidos de nuestra ciudad junto a parques infantiles como son poniendo ya nombres, el mismísimo Paseo Juan Carlos I, que rebosa gente de bien que paga religiosamente sus impuestos - que no digo por lo del emplear la palabra religiosamente que vayan a misa, que allí cada cual, pues estaríamos...- pero en definitiva, gente decente que como usted mismo, que se encuentra leyendo este artículo, ven como triunfan y se manifiestan los sinvergüenzas de guante blanco y no tan blanco por encima de la honradez de todos los que nos matamos a trabajar para pagar los impuestos que nos tocan y que en definitiva hacemos o al menos intentamos hacer las cosas lo mejor posible para intentar que perdure la prosperidad y el bienestar de quienes nos rodean. A eso le llamamos comunidad.
Que el asunto se nos está yendo de las manos, es algo que ya venimos observando sin demasiados esfuerzos estos últimos años. No hay término medio. O es alguien que se gasta veinticinco mil euros en una botella de champán o mil quinientos euros en un cubierto en un restaurante como si tal cosa, o por el contrario es otro que a duras penas si puede pagarse una caña y unas olivas los fines de semana. El mundo al revés.
Que los tiempos están cambiando en nuestra isla, no me cabe la menor duda. Jamás se habían visto tantos vehículos de alta gama que sobrepasan con creces el millón de euros ni yates cuyo valor es incalculable, amén de las mansiones cuyos precios por metro cuadrado superan con creces las seis cifras.
La pregunta que yo me hago constantemente es donde van a parar los beneficios obtenidos por este tipo de clientela que nada en la abundancia. ¿Se quedan con nosotros en la isla? ¿Se marchan fuera en las bodegas de grandes yates o en los maleteros de los mismos automóviles millonarios a los que antes aludía o simplemente se trasfieren a cuentas bancarias de paraísos fiscales en donde estos son guardados a buen recaudo?. El motivo de mi auto pregunta y que no sé si también se les está ocurriendo a ustedes, es debido a que en ningún caso estoy percibiendo que los beneficios obtenidos se reviertan en la isla, y ya ni tan siquiera digo equitativamente, sino en forma de servicios prestados a la ciudadanía. Las playas están abarrotadas de gente que deja sus basuras por doquier y las máquinas ya no dan a basto en su limpieza. Las carreteras de nuestra isla se encuentran colapsadas por el tráfico a cualquier hora del día ya sea invierno o verano y en sus arcenes se amontonan los restos del incivismo de la gente que circula por ellas. El ruido atronador de la música turba el silencio más allá de la hora legal del que está permitido y muchos negocios reconvertidos en bares de lujo y en donde la clase popular podía permitirse tomar una consumición a un precio razonable han visto como se han convertido en objetos de unos pocos e impagables por el astronómico aumento de los mismos en pos de una «exclusiva clientela».
Queda claro que aquí el cliente local no es importante. Lo peligroso del asunto es que no solamente la mayoría de esos beneficios ya no reviertan en la población local, sino que las mismas instituciones que debieran poder recaudar de todos aquellos que evaden sus beneficios los perceptivos impuestos y tasas, cuyo fin todos sabemos que es el bien común de su comunidad, se encuentran desbordadas por la imposibilidad - en algunos casos incapacidad- de controlar esta marea humana que en muchos casos hace negocios de forma ilegal y sin declarar beneficios.
Resulta evidente que alguien se está beneficiando de todo este caos. Pero también resulta evidente que quienes estamos en disposición de resolverlo nos encontramos aun lejos de conseguirlo. Me pregunto a ver qué día nos sentamos de una vez para ponerle freno, porque el dichoso asunto este, se encuentra desbocado y a lo loco. Aunque para algunos que piensen que así ya les va bien opinen como dice en su canción Celia Cruz - «A lo loco se vive mejor»-