La libertad no puede silenciarse porque no tiene boca ni necesita como nosotros del aire. Si gritamos contra ella solo logramos que el eco de nuestras voces resuene más fuerte, más alto y se repita cientos de veces para ascender fuera de nuestras oscuras cavernas. El pensamiento carece de corazón, palpita metafóricamente al ritmo de los conocimientos, del raciocinio y de la tolerancia. Cuando alguien defiende sus ideas masacrando las de los demás puede que logre callar sonidos pero jamás borrará las palabras. Asesinar a personas esgrimiendo como argumento religiones, filosofías o pensamientos no es sino una muestra de ignorancia comparable con intentar tapar el Sol con un dedo. Solo los necios pueden creer que hay razas superiores, fronteras que defender a cañonazos y vírgenes que les esperan gozosas en el Paraíso.

«Alahu al akbar», o lo que es lo mismo «Dios es grande», fue el grito enarbolado ayer por tres asesinos vestidos de negro, encapuchados y armados hasta los dientes con fusiles kalashnikov. Sus balas sesgaron las vidas de doce personas hasta el momento, ya que cuatro se debaten entre la vida y la muerte, cuyo único delito fue combatir el radicalismo anacrónico con humor. Dios, su Dios, ese al que llaman Alá y cuyos orígenes beben de las mismas fuentes del catolicismo e incluso del budismo, no les silbó al oído que atentaran contra dibujantes, periodistas o trabajadores de un medio «acusados» de informar mediante el sarcasmo, sino que quienes alentaron su odio y su enajenación fueron simples y malvados hombres.

Si alguien se ha leído el Corán sabrá que se trata de una religión de paz, mucho menos belicosa en sus orígenes que la cristiana. Los textos en los que se fundamentan estas y otras doctrinas deben interpretarse ya que responden a metáforas escritas hace siglos con el fin de ilustrar a gente que no sabía de letras. Hoy su aplicación textual tiene el mismo sentido que los cuentos de hadas y princesas. «Dios es grande» esgrimen pirados que consideran que quien esboza un dibujo de su líder «espiritual» merece reunirse con él, y lo único que consiguen es hacer más grande a un mártir de la libertar y ser más pequeños, viles y estúpidos. Quienes matan para ensalzar a Alá hunden y fragmentan a su Dios y a una sociedad que no entiende que esta vida no es ni mucho menos un campo de lágrimas y que aquí venimos a ser buenas personas, nobles, íntegros y generosos. Los dogmas de fe de la mayoría de los sabios que conozco, profesen la religión que profesen, son los mismos y están basados en el cultivo del alma y no en la aniquilación de esta.

¿Qué les pasaría por la cabeza a los fundamentalistas que durante diez minutos emitieron 30 disparos contra periodistas y empleados del semanario Charlie Hedbo? Seguramente no fueron conscientes de que hoy en todo el mundo las portadas y las viñetas que tanto les ultrajaban serán publicadas en televisiones, periódicos y revistas. Si alguien no conocía el trabajo de los profesionales de esta publicación francesa, hoy sus plumas, su tinta y su exaltación de la libertad ondean en cada país y en cada continente.

El director de esta revista, Stéphane Charbonnier, y uno de sus dibujantes, Jean Cabut, son dos de los asesinados en este brutal ataque. Ambos contaban con protección policial desde 2009 y recibían constantes amenazas que nos recuerdan demasiado a las redacciones del País Vasco hasta hace pocos años. Al final la maldad huele igual venga vestida con un disfraz u otro.

Dicen estos pobres ignorantes que están vengando a Mahoma, y se piensan que su «sacrificio» será compensado en un edén en el que gozarán de jóvenes púberes que los colmarán de placer. Una teoría solo comparable con la que defiende que el amor de tu vida te encontrará solo con ceñirte un zapato de cristal y te hará feliz a base de una dieta compuesta por perdices.

Es mucho presumir que alguien usurpado de su razón vea la luz e ilumine su ignominia, pero si alguien osara creer que de verdad algo o alguien justifica el asesinato ante cualquier tipo de afrenta, es que necesita una receta compuesta por unos buenos padres y una educación abierta condimentada con derechos, conocimientos y virtud. No sé si siento más pena por los asesinados o por quienes creen que algún día serán capaces de sesgar la intangible y maravillosa libertad. Hoy todos dibujamos caricaturas protagonizadas por criminales radicales y vacíos.