La política empresarial de Aguas de Ibiza (es un ejemplo, pero hay más) es un claro síntoma de que Eivissa es una isla que seduce para hacer inversiones. La empresa Aguas de Ibiza ha puesto en marcha un total de cuatro proyectos turísticos de lujo, que atraerán personas con alto poder adquisitivo y permitirán la remodelación de establecimientos turísticos que, hoy por hoy, necesitan una reforma urgente. Como otros grupos turísticos con sede en Eivissa, Aguas de Ibiza sabe que la calidad es el camino a seguir y también por ello el hotel situado en Santa Eulària se transformará de un cinco estrellas a un Gran Lujo. En este caso, nadie podrá reprochar a la empresa ibicenca que destruye ningún territorio porque lo que se hace es, o usar un terreno actualmente previsto para usos turísticos, o transformar hoteles obsoletos en establecimientos de lujo. Estén todos tranquilos que no se destruirá más territorio. Hablamos de crear puestos de trabajo, de reducir oferta barata, que al final no resulta rentable para Eivissa, para seguir creando plazas de lujo o semilujo, o incluso especializada, como será el hotel temático previsto en Sant Antoni. En esta apuesta por la calidad no debería haber marcha atrás. Hay que aplaudir a Aguas de Ibiza por su valentía de poner en marcha cuatro nuevos proyectos, invertir 100 millones de euros, pero también hemos de estar muy atentos por la evolución que se producirá en Sant Antoni cuando el Grupo Palladium construya su primer hotel de lujo en una zona que necesita muchas mejoras. Como decía Matutes el domingo, el turismo de lujo expulsa el turismo barato. Sant Antoni debe seguir la misma senda que Santa Eulària y caminar hacia una reforma muy ambiciosa, lo que dejaría el West End en un producto residual con poco futuro.