Malos tiempos para la clase política. La detención de Rato ha alimentado aún más el clima de decepción de los ciudadanos hacia los políticos. La casta, como la denomina Podemos, vive momentos de desprestigio y los ciudadanos empiezan a estar muy hartos. Estamos hablando de Rato, del clan Pujol, pero también de Chaves, Griñán, Matas, Munar y Bárcenas. La lista completa no cabría en este artículo y las fechorías que han protagonizado dan para muchos libros de historia en los próximos años. Sin embargo, me niego a pensar que el sistema no funciona. Si Rato ha sido detenido, se le ha registrado el domicilio, el despacho, se le ha expuesto ante los medios de comunicación, es porque el sistema funciona y es efectivo. Con la excusa de acabar con la casta no vayamos a cometer el error de darle un vuelco completo a nuestro sistema democrático y a nuestras instituciones. Hay que expulsar definitivamente a aquellas personas que están en política para medrar y que han convertido un cargo público en un empleo de por vida. Sería muy aconsejable y saludable que los políticos solo estuviesen dos legislaturas en los cargos y que pasado este tiempo volviesen a sus puestos de trabajo. El problema es que, hoy en día, hay muchos políticos que no tienen más trabajo que el del cargo político, lo que va en detrimento de su independencia política y económica. Hacen lo que sea para mantener el cargo. Y la tentación siguiente es corromperse y robar. Es probable que la mejor fórmula para acabar con la casta sería poner coto a la actividad política, pero lamentablemente vemos cómo algunos saltan de lista en lista cuando ven que en una institución ya no pueden seguir más. Y prescindimos de los buenos para dar paso a los mediocres. En Eivissa hay algunos ejemplos.