La presidenta de Andalucía parecía hace unos meses la futura líder del PSOE, no andaluz, sino nacional. A su lado Pedro Sánchez parecía (o eso decían las plataformas mediáticas socialistas) una especie de Heidi que no tenía ninguna posibilidad de ganar unas elecciones porque era débil, una marioneta, otra especie de Zapatero pero más apuesto y alto. Sin embargo, los últimos acontecimientos demuestran que Susana Díaz no es tan lista políticamente como decían. Para empezar, convocó unas elecciones sin ningún motivo aparente y solo por puro interés partidista. En ese momento tenía una opción: romper con IU y gobernar en minoría. Si hubiese podido gobernar en minoría, cuestión de confianza y a ver si IU se hubiese atrevido a votar en contra de la presidenta andaluza. Recordemos, por cierto, que el PP fue el partido más votado en las anteriores elecciones. Sin embargo, Diaz quiso pasarse de lista y ahora vive y sufre un desgaste día sí y día también en el Parlamento andaluz. No tiene los votos para salir elegida y parece que será así, al menos, hasta después de las elecciones del 24 de mayo. El colmo de los colmos es que Díaz, que tampoco había ganado tan apabullantemente las elecciones como nos hicieron creer, le da la culpa de su situación al PP ¿Y qué tiene que hacer el PP? ¿Arreglar lo que ella quiso estropear? ¿Dejarla gobernar plácidamente cuatro años más? La situación que vive Díaz es insólita en la política española. Recuerden que Matas necesitó dos votaciones en 1996 para ser elegido presidente, y que en Madrid se repitieron elecciones por el «tamayazo», pero el vía crucis de Susana Díaz no tiene precedentes.